Comunicado nº 46: Por una Liga Europea fuera de la UEFA

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I. Introducción

 

«Hemos declarado la guerra a un sistema de competición y de información corrompido y no vamos a parar hasta ganarla. El Madrid no pacta con la derrota». Así concluye Primavera Blanca uno de sus documentos fundacionales («Quiénes somos») que sigue presidiendo nuestra página web.

 

El nivel de desarrollo de la industria del fútbol acumula hoy tal grado de contradicciones entre su propia necesidad de crecimiento y las estructuras federativas y ligas profesionales que, como un corsé, lo impiden, que, quizá por primera vez en muchas décadas, estamos ante la oportunidad de ganar esa guerra.

 

Enfrentamos, en definitiva, una situación histórica que recuerda a la que se resolvió con la creación de la Copa de Europa en 1955, en cuanto a la posibilidad de dar un salto cualitativo, pero que ofrece mayores oportunidades de superar las estructuras que controlan el fútbol mundial.

 

En el proceso de incorporación al programa de Primavera Blanca de una posición nítida y determinada sobre el cambio en las competiciones de fútbol profesional, a continuación esbozamos las razones del diagnóstico que realiza su Junta Directiva y la alternativa que propone que se incorpore a su programa, y os invitamos a debatir sobre cada una de sus facetas, las amenazas que representa y las oportunidades que ofrece.

 

II. Las contradicciones

 

La conformación relativamente reciente de una industria del futbol es consecuencia de la introducción de cambios sucesivos en los modos de contratación, y en la gestión y distribución de los recursos entre los diversos agentes participantes en el «fútbol espectáculo», así como en la propia estructura de la competición, como efecto del desarrollo de las tecnologías de transmisión y comunicación de imágenes en tiempo real que ha posibilitado su progresiva penetración en el ámbito de negocio del fútbol profesional, ampliando decisivamente su capacidad de oferta. Cambios planificados se han agregado a cambios espontáneos resultando de ello un modelo caótico.

 

Este modelo vigente es incapaz de satisfacer las necesidades de crecimiento de los agentes más dinámicos de esa industria —los grandes clubes europeos y las televisiones—, que han resultado de un proceso de concentración originado hace decenios, pero acelerado en los tiempos más recientes, de forma no necesariamente conforme con su evolución histórica, a consecuencia de la entrada de nuevos capitales, el surgimiento de nuevas formas de negocio y la apertura de nuevos mercados.

 

Entre las contradicciones actuales, nos parecen más relevantes las siguientes:

 

El propio concepto de fútbol profesional

La actual división entre fútbol profesional y fútbol aficionado es ingenua y elemental. Dada su escasa sofisticación, el concepto de «fútbol profesional» es inadecuado para organizar el fútbol y resulta incapaz de resolver las tensiones que se generan dentro del propio ámbito de negocio incluido en su definición, si no es que contribuye a originarlas.

 

No aludimos a las tensiones que son consecuencia de la rivalidad deportiva. Nos referimos a las que derivan de la existencia de diferencias objetivas entre las necesidades de los clubes de la élite del fútbol profesional y las del resto de los participantes. Se trata de diferencias mayores a veces de las que se dan entre la mayoría de clubes del fútbol profesional y los del fútbol aficionado. De ellas resultan praxis divergentes, muchas veces antagónicas, que a pesar de todo se pretende contener dentro de las mismas estructuras de competición.

 

Sujetos a una continuada inflación de costes, fundamentalmente salariales, los mayores clubes europeos, que son sus agentes más dinámicos, se ven privados del acceso a cuantiosos recursos económicos que podría generar la industria televisiva mundial. Estos serían suficientes para financiar con holgura sus costes actuales y sus necesidades de crecimiento ordenado. Como en el marco económico global esos recursos económicos son potencialmente realizables a corto plazo, no meras ensoñaciones, y el modelo actual no es capaz de acceder a ellos, la contradicción que se genera no se puede resolver dentro de las actuales estructuras de competición.

 

Los derechos de televisión

Nadie pensó nunca en dictar normas jurídicas que obligaran al reparto igualitario de la taquilla entre los clubes participantes en una competición, abstrayéndolo del importe que cada uno de ellos fuera capaz de generar en su propio estadio. La construcción de grandes estadios —con aforos superiores a las cien mil personas— mantuvo, así, al inicio de los procesos de concentración, una clara relación de interdependencia con la composición de plantillas capaces de llenarlos.

 

Hoy, sin embargo, la mayoría de los agentes del fútbol profesional, apoyados por las organizaciones burocráticas interpuestas (federaciones y ligas profesionales), a partir de la falacia de la competición equilibrada —que más adelante rebatimos—, ha conseguido traducir en disposiciones legales la propaganda que identifica «lo justo» con el «reparto igualitario» de esa taquilla virtual que constituyen los derechos de televisión.

 

Esta imposición introduce una contradicción explosiva. Los clubes de la élite se ven desprovistos de esa parte de los recursos, que ahora detenta el conjunto de la competición, que sólo ellos —y no la competición en sí misma— originan, y que mediante la contratación individual habían venido obteniendo: La que generan su imagen de marca y las plantillas de alto coste que sostienen en la actualidad, que explican una parte sustancial de las audiencias televisivas.

 

La contratación colectiva por la competición de los derechos de retransmisión es el modelo eficiente. Al obtener un mayor precio, permite además proteger a los clubes más débiles destinándoles íntegramente ese recurso económico adicional. Pero el criterio de reparto impuesto por la mayoría priva a los clubes de la élite de recursos que ya obtenían con la contratación individual, cuando el sumatorio de todos los precios era inferior al precio obtenido por la negociación colectiva.

 

Ese criterio de reparto contrario al funcionamiento del mercado no es un acto aislado, sino parte de una dinámica. Es consecuencia de una fuerza taxativa hacia una cada vez mayor transferencia de recursos económicos de la élite al resto de los clubes de fútbol profesional, que sólo cesará cuando el reparto sea absolutamente «igualitario». La tensión que impide a la mayoría obtener su objetivo máximo de forma inmediata es el riesgo latente de la salida de la competición de los clubes de la élite.

 

Las manifestaciones públicas de insatisfacción con el resultado de la distribución realizadas por los clubes más beneficiados por el cambio de los criterios de contratación y reparto, o el contencioso por la titularidad de los derechos de los contenidos audiovisuales de las actividades de su plantilla ajenas a la competición en sentido estricto, que ha enfrentado al Real Madrid con la Liga de Fútbol Profesional a renglón seguido de firmarse los acuerdos, son hechos que confirman la existencia y la naturaleza de esa dinámica.

 

El empuje conductor al «igualitarismo», que impulsa la tendencia al incremento paulatino de la apropiación por los clubes menores de los recursos que generan los clubes de élite y no la competición, agrava sustancialmente la contradicción que surge, como antes hemos dicho, de la incapacidad de esa misma competición de obtener cuantiosos ingresos complementarios que solo la obligatoriedad de participar en ella les impide conseguir a los clubes de la élite, cuando los tendrían a su alcance si compitieran exclusivamente entre ellos.

 

Los calendarios

Nadie es capaz de justificar la extrema irracionalidad de un calendario que interrumpe las competiciones oficiales de clubes para disputar partidos, incluso amistosos, entre selecciones nacionales a lo largo de toda la temporada, obligando a alargar innecesariamente las temporadas de competiciones de clubes y a situar partidos fuera de los fines de semana, en fechas perjudiciales, deportiva y económicamente, para los clubes, así como para los seguidores y espectadores de los estadios.

 

Esta otra forma de transferencia ineludible de recursos, ahora desde los clubes de élite europea a la Federación Internacional de Fútbol, sus confederaciones continentales y sus respectivas federaciones nacionales —que no soportan coste alguno por la utilización de los recursos ajenos sobre los que construyen sus propios negocios— se hace de forma insidiosa, en nombre del patriotismo, y sin ningún miramiento a no causar daños adicionales, como las incidencias negativas sobre la salud, el estado de forma y la conjunción de las plantillas en plena competición de clubes, que padecen casi exclusivamente los clubes de la élite del fútbol profesional —principales afectados en la práctica por la obligación de ceder sus futbolistas a las selecciones nacionales de máxima categoría—, pero con la verdadera finalidad del enriquecimiento de las burocracias federativas.

 

Así, el daño que produce a la minoría esa auténtica expropiación forzosa sin indemnización se traduce en una ventaja objetiva para la mayoría. Una demostración añadida de la incapacidad de las estructuras basadas en el concepto «liga nacional de fútbol profesional» para incorporar y representar los legítimos intereses de los clubes de la élite frente al poder de los monopolios constituidos por las organizaciones burocráticas federativas.

 

La concentración de poder en los agentes intermediarios

De la inexistencia de una organización patronal poderosa en el mercado de los futbolistas de élite, un segmento del mercado en el que sólo intervienen un número muy reducido de clubes, ha resultado una tal concentración de poder de negociación en demasiados pocos intermediarios que amenaza la estabilidad interna de los clubes que operan en el mismo y se proyecta sobre la propia transparencia de las competiciones.

 

Si no parece deseable un mercado sin agentes intermediarios, menos aún lo es la actual relación asimétrica de poder entre el intermediario y el club. La actual organización patronal del fútbol, basada en las ligas nacionales, no facilita el imprescindible reequilibrio de las relaciones de poder en el mercado de futbolistas de élite.

 

Los sistemas de competición abierta

La necesidad de incurrir en costes derivados de la participación en competiciones de alto nivel da lugar a situaciones recurrentes de tensión financiera extrema e incluso de insolvencia. Estas traen causa de la concepción abierta de las competiciones, pues se producen cuando un club pierde la categoría —lo que afecta a los clubes ajenos a la élite— o no se clasifica para la máxima competición continental, en el caso de los clubes de élite. A su vez, esta situación incentiva la tendencia a una mayor transferencia de recursos desde la élite al resto de la competición, para prevenir los problemas de insolvencia por pérdida de categoría, agravando la contradicción más arriba expuesta.

 

Los arbitrajes

La tenaz resistencia a aplicar tecnologías disponibles que contribuyan, en la medida de lo posible, a la objetivación de las decisiones arbitrales permite seguir reservando a los árbitros un grado tal de discrecionalidad en las decisiones sobre el desarrollo de la competición que raya en la pura arbitrariedad. Quizá se trate de un elemento tan incorporado a la cultura tradicional del fútbol que, erróneamente, pueda confundirse con un carácter de su propia naturaleza. Sin embargo, dejando al margen la abstracta aspiración de justicia —como voluntad de dar a cada uno lo que es suyo—, inherente, esa sí, a la naturaleza misma del concepto de competición, el actual estadio de desarrollo de la industria del fútbol no es compatible con la evidencia de que un único sujeto, en función de decisiones discrecionales, no contrastables, ejecutivas e inapelables, puede cambiar de destino decenas de millones de euros. 

 

Las medidas estadísticas de las decisiones arbitrales podrían apuntar mucho menos al azar de lo que pretende la consabida falacia del «hoy te quitan y mañana te dan». Pero ninguno de los poderes burocráticos que gobiernan el arbitraje parece interesado en crear una base rigurosa de decisiones, «erróneas» o no, en la que pudiera fundarse la realización de análisis de tendencias. Estos trabajos sí se realizan, sin embargo, en relación con el rendimiento de los futbolistas o en el ámbito del mercado de las apuestas deportivas.

 

Ocurre que, a consecuencia de las estructuras de control de las promociones y designaciones, la ilimitada discrecionalidad del árbitro se configura como un fenómeno sólo en apariencia o marginalmente independiente. Al contrario, constituye una de las mayores reservas de poder efectivo de la FIFA, sus confederaciones continentales y sus federaciones nacionales. Justamente los mismos poderes burocráticos que se resisten a la introducción de las tecnologías electrónicas y de imagen disponibles para el auxilio al correcto ejercicio de una labor que, en un alarde de cinismo, a la hora de defender la «honestidad» de las decisiones «erróneas» —o dicho con más propiedad, «lesivas para el ideal de competición justa»—, caracterizan de muy difícil y compleja, como efectivamente lo es. Es su propio argumento defensivo, por lo tanto, el que hace racionalmente insostenible su resistencia a que en el ejercicio de esa labor difícil y compleja se disponga de los medios de auxilio tecnológico adecuados para su buen desempeño.

 

La corrupción

Recurrentemente se desvelan casos de corrupción en las más altas instancias ejecutivas y de representación de la FIFA y sus confederaciones y federaciones asociadas. Desde hace décadas —décadas— los casos tardía y difícilmente desvelados vienen afectando al presidente, a sus ejecutivas, a sus sucesores y a los sucesores de sus sucesores. Y a los candidatos a sucederles que se quedaron por el camino al revelarse sus negocios turbios antes de que consiguieran su objetivo.

 

La opacidad y el clientelismo son caracteres inherentes a las estructuras de los organismos federativos basados en la explotación de recursos que se sustraen a los verdaderos agentes del fútbol profesional. Ello hace muy difícil, sino imposible, el acceso a dirigirlos, intervenirlos o controlarlos. La designación de sedes de campeonatos mundiales que sacrifican los intereses de los clubes, los futbolistas y las aficiones encuentra en ello su única explicación racional. Manchado por la corrupción, el poder prácticamente absoluto que ejercen sobre los clubes y la competición está privado de toda legitimidad.

 

Pero la legitimidad de su poder, frente a los clubes sometidos y las aficiones perjudicadas por sus decisiones, es un factor irrelevante para las organizaciones burocráticas. Recientemente hemos padecido en nuestro propio perjuicio el escándalo de que, en la final de Milán de la Champions League, la UEFA reserve una parte mayor del aforo para sí misma que para la suma de las aficiones de los dos clubes que habrán de disputarla. Un asunto más grave aún cuando, como es bien sabido por razón de los precedentes históricos, el mercado negro de entradas se concentra fundamentalmente en las que la UEFA concede a sus patrocinadores y a sus federaciones asociadas. Todo ello sería impensable que ocurriera si la legitimidad, en lugar del clientelismo, fuera la fuente del poder de la burocracia federativa, o en una competición en la que los propios clubes participantes tuvieran auténtico poder de defensa de sus propios intereses y de los intereses legítimos de sus aficiones.

 

 

III. Por una Liga europea cerrada

 

La solución de las contradicciones que acumula el modelo actual de la industria del fútbol se abordará desde distintas ópticas en función de los intereses concretos de quien lo haga.

 

1.- Las organizaciones burocráticas que gobiernan el fútbol son conscientes del agotamiento del modelo actual que está impidiendo allegar a la industria del fútbol cuantiosos recursos económicos. De ello, la imposibilidad de detener la dinámica de su transformación. También son conscientes de que esa dinámica de transformación amenaza los fundamentos mismos de su poder, en función de cuál sea el modelo resultante del proceso de superación del modelo actual, que perciben como inevitable.

 

Promoverán, en consecuencia, reformas parciales del modelo de competición y de distribución de los nuevos recursos. Reformas que, en todo caso, les permitan mantener la intermediación en la captación y gestión de los recursos económicos y no pongan en cuestión los fundamentos de su poder burocrático.

 

2.- La mayoría de los clubes de fútbol profesional tomarán conciencia de que no es posible seguir resistiéndose más tiempo a la transformación del modelo de industria sin riesgo de escisión. Se alinearán, en consecuencia, con las reformas que se promuevan desde las organizaciones burocráticas. Una política de «mal menor» para seguir teniendo acceso a los recursos económicos que generen los clubes de la élite europea. Movilizarán a sus aficiones y manejarán sus relaciones con los poderes políticos locales, regionales y estatales para obstaculizar cualquier salida alternativa.

 

3.- Los clubes de la élite europea tienen cuasi objetivamente la necesidad de escindir el sistema, creando su propia competición. En contra, que esta pretensión les enfrentaría a todos los poderes deportivos y políticos. A su favor, y no es poco, su propia racionalidad económica y engendrar una dinámica de surgimiento de nuevas estructuras de gobierno del fútbol profesional, ajenas completamente al estado de corrupción.

 

A nosotros sólo nos parece posible enfrentar, con intención de resolver, todos los problemas apuntados en el capítulo II mediante la creación de una competición independiente de los intereses de las federaciones, acorde con el modelo de competición de las grandes ligas americanas, cuya financiación radique en el potencial de multiplicar el valor del mercado televisivo mundial mediante enfrentamientos semanales entre los mejores clubes del mundo.

 

Por ese motivo, Primavera Blanca defiende la creación de una Liga europea cerrada, organizada completamente al margen de la UEFA. 

 

Este nuevo paradigma arrastraría en cadena cambios sustanciales en la estructura de todas las competiciones nacionales e internacionales. La superación de las estructuras existentes crearía nuevas oportunidades de asentar sobre bases equilibradas y autosustentables las competiciones de los distintos escalones de calidad —y por lo tanto de necesidades— que integran el universo del fútbol.

 

Aún subordinada a las necesidades del mercado televisivo mundial, una competición regular diseñada racionalmente, y disputada sin interrupción a lo largo de la temporada, todos los fines de semana, entre los principales clubes europeos, multiplica las posibilidades y el interés de los aficionados de seguir a su equipo hasta otros países. Intercambios masivos de aficionados entre las distintas regiones europeas sedes de los participantes, darán lugar al surgimiento de un nuevo mercado que, por su propia naturaleza y por las características específicas de nuestra ciudad-región y de nuestro país, beneficiará además el desarrollo económico de Madrid y de España.

 

Pero ante la afición futbolística mundial un cambio de ese carácter necesita legitimarse mejorando todos los elementos sustanciales de la competición, y no sólo el espectáculo. Y hacemos especial hincapié en la introducción de cambios reglamentarios cualitativos en el sistema de arbitraje de los partidos y de control de su calidad, capaces de otorgar a la nueva estructura de competición un factor esencial de diferenciación del grado de transparencia que es capaz de conseguir el sistema actual.

 

 

IV. El equilibrio de la Liga y el interés común de los aficionados

 

¿Puede haber un punto de vista común a la mayoría de los aficionados? Nuestra opinión es que no. La relación emocional del aficionado con su club mediatiza cualquier pretensión de objetivar sus necesidades.

 

Nosotros somos aficionados al fútbol en condición de madridistas. Por ello, nuestra percepción de la situación está condicionada por la salida a la crisis latente del modelo actual que resulta más favorable para los intereses del Real Madrid, según como madridistas los entendemos. De ahí nuestra posición decididamente favorable a la creación de una Liga europea cerrada.

 

No podemos pretender que el resto de las aficiones valoren esa crisis y sus salidas alternativas de la misma forma que lo hacemos nosotros, aunque encontremos argumentos para defender que de ese cambio de paradigma competitivo se desprenden beneficios para todas las aficiones en relación con su declarada aspiración al equilibrio de los participantes en las competiciones nacionales. Eso sí, no formulado como una falacia.

 

Un reparto aún más «igualitario» —y más injusto— de los derechos de televisión tiende al equilibrio de la Liga. Tan cierto como que es una premisa falsa que el desequilibrio de la competición nacional se deba a su reparto no igualitario. Su auténtica causa es la resistencia a desaparecer de un escenario superado. Con el nuevo reparto de los derechos de televisión muchos celebraron el final de una «Liga bipolar». Otra falacia. En la década de los 60, cuando los derechos de televisión eran irrelevantes, el Madrid ganó 8 ligas de 9 sucesivas.

 

En 2015, los ingresos por comercialización y publicidad del Real Madrid superaron en 45 millones de euros (28,5%) a sus derechos de televisión (160 millones de euros) negociados individualmente. La clasificación obtenida en la Uefa Champions League le ha proporcionado una media de ingresos superior a los 50 millones de euros anuales durante las últimas temporadas, sin tener en cuenta su decisiva repercusión sobre el incremento de los ingresos por patrocinios y ventas. Tanto como las cuotas de sus socios y abonados. O como sus ingresos por taquilla.

 

El mercado televisivo mundial —causa última de los ingresos comerciales y publicitarios—, la sentencia Bosman y el G-14 —que obligó a la UEFA a reformar el modelo de competición europea y a incrementar notablemente la retribución a los clubes— hicieron mucho más por aumentar el desequilibrio del campeonato de Liga que el resultado de la negociación individual de los derechos de televisión de la competición nacional —que, en cualquier caso, refleja en última instancia el valor de mercado televisivo interno de cada club—.

 

Nunca estará equilibrada una competición regular en la que participan dos clubes cuya asistencia a su estadio supera cada temporada en un millón trescientos mil espectadores la del cuarto y en dos millones y medio la de muchos de sus competidores. Una competición integrada por entidades cuyo patrimonio (material e inmaterial) acumulado —desde la creación de esa competición a la actualidad— les impone el objetivo mínimo de clasificarse, todas las temporadas, entre los ocho mejores de la mayor competición mundial de clubes, junto a entidades cuya aspiración, siempre muy digna y casi siempre muy meritoria, es clasificarse por encima del 18º lugar del campeonato nacional.

 

Cualquier medida «administrativa» que se adopte para equilibrarla lo será a costa de limitar a los primeros su legítimo derecho a explotar el valor de su patrimonio acumulado para conseguir su no menos legítimo objetivo. Así, con el nuevo reparto de derechos de televisión, el Real Madrid ingresará por este concepto menos que el último clasificado de la Premier. Ello perjudica notablemente su competitividad, y las posibilidades de alcanzar su objetivo europeo, imprescindible para su propio equilibrio presupuestario.

 

Si se admite como postulado que lo ideal para los aficionados del campeonato nacional es que un gran número de equipos tengan una probabilidad no accidental de ganarlo, la única medida que puede asegurarlo es que no participen clubes como el Madrid y el Barcelona. Al menos, con sus primeros equipos. Claro que, para financiar el elevado coste de estos, tendrían que disputar una competición distinta todas las semanas. Es lo que, desde una sensibilidad exclusivamente madridista, defendemos.

 

V. El papel del Real Madrid en este escenario

 

Sea uno u otro su resultado, el proceso de cambio se nos representa inevitable, y relativamente cercano. Para evitar que se agote en reformas añadidas de una superestructura asentada sobre una base incapaz de sostenerla, el Real Madrid debe aceptar el reto de erigirse en promotor del cambio de paradigma. 

 

La Asociación Europea de Clubes de Fútbol (ECA), en la que se diluyó el antiguo G-14, no sólo es manifiestamente incapaz de promover auténticos cambios, sino que objetivamente, por su propia composición, entra en contradicción con el que defendemos desde aquí.

 

Para constituir una nueva asociación europea, gestora de una nueva Liga, el Real Madrid tendrá que comprometerse con un conjunto estratégicamente decisivo de clubes de la élite europea. Un número suficientemente amplio para sustentar la nueva competición, diferenciado por su capacidad de aportar valor a la misma desde el punto de vista del mercado televisivo, y siempre reducido por razones elementales de viabilidad y operatividad de una alternativa que tiene que triunfar en una estructura jurídico política decididamente hostil, puesto que la materialización de esa alternativa quiebra todas las estructuras de poder del fútbol mundial.

 

Como primera entidad deportiva mundial, nuestro Club tiene la responsabilidad de liderar esa revolución que exige el desarrollo de la industria del fútbol. Y afirmamos concluyentemente que dispone de los recursos directivos, patrimoniales y sociales para lograr esta victoria estratégica.

 

Reconocemos que sería una tarea ingente, contra la que se alinearán, como no cuesta deducir, toda clase de poderes políticos y económicos, alimentados además por el fenomenal poderío de ese monopolio mundial insistentemente manchado por la corrupción que es la FIFA, que se ha demostrado sobradamente capaz de imponer a estados soberanos, cuyos gobiernos están legitimados por la voluntad popular, decisiones sobre la eficacia de su propia legislación.

 

Cuenta, sin embargo, con la fuerza de la necesidad de supervivencia de los clubes de la élite, que compromete seriamente el caótico e ineficiente modelo actual. Sería imprescindible asegurar un número suficiente de compromisos leales y decididos, de forma que la traición de alguno, motivada por el cálculo de obtener una situación de ventaja coyuntural dentro de un eventual modelo reformado —de lo que sobran experiencias—, no fuera capaz de poner en riesgo el proyecto.

 

Se nos puede replicar que se trata de un proceso de años. Y lo es. Pero vemos factible orientarse a la consecución del objetivo reuniendo los apoyos estratégicos necesarios entre los propios clubes de la élite europea y los agentes del mercado televisivo mundial, definiendo con ellos ese diseño de la competición completamente nuevo, y teniendo prevista la ejecución de la decisión de escindirse del sistema actual para ponerla en marcha en la primera coyuntura favorable que se presente. Sin duda, van a presentarse en el medio plazo.

 

 

VI. Nuestra contribución a ese esfuerzo

 

Las organizaciones de madridistas activos y comprometidos, como Primavera Blanca, deben asumir su papel y su responsabilidad en este proceso de cambio.

 

Primero, definiendo resueltamente su criterio favorable a la ruptura del modelo actual de competición y la creación de una Liga europea cerrada al margen de la UEFA. Planteando al Club que vemos factible el objetivo de refundación de la competición europea, que lo consideramos deseable y que entendemos necesario asumir los costes evidentes que conlleva intentar conseguirlo. Porque la expectativa de las ventajas de triunfar justifica sobradamente los riesgos de intentarlo. Así lo hacemos mediante este comunicado.

 

Después, si el Real Madrid se compromete con esa voluntad refundadora, nuestra tarea será cooperar abiertamente en la consecución de sus objetivos en el ámbito del debate público. Porque si en relación con las exigencias del momento actual, el Real Madrid acepta el desafío de estar a la altura de su historia, sus enemigos tratarán de inducir la resistencia en la masa social y la afición, fomentando las tendencias más proclives al inmovilismo, sustentadas en tópicos que desmiente la propia historia del Madrid, pero forman parte de la «cultura» futbolística alimentada durante décadas por los medios de comunicación, y particularmente por sus elementos más castizos y retrógrados.

 

Esas resistencias serían un arma relevante en manos de los enemigos de una nueva Liga europea. De ahí importancia de construir desde la base social madridista un relato alternativo al hegemónico de los medios, haciendo frente a la propaganda dirigida a  amamantar los tópicos y agitar los fantasmas del desastre, y tenemos conciencia de la idoneidad de Primavera Blanca para catalizar su elaboración y para contribuir a su difusión.

 

En la línea de conexión del pensamiento y la acción en el compromiso con el Real Madrid que ha caracterizado a Primavera Blanca desde su fundación, con esta petición al Club ofrecemos nuestra más absoluta disposición  a participar decididamente con todos nuestros recursos y todo nuestro entusiasmo en el frente de combate de la afición.

 

 

VII. Diseñar un programa de actuaciones

 

La próxima Asamblea General de Primavera Blanca deberá debatir y en su caso adoptar la incorporación de esta posición a sus principios programáticos.

 

Este debate deberá integrarse con el de una propuesta de programa de actuaciones, concebido para varios años, en aplicación de la nueva línea de acción —como en su día «Otro Bernabéu es posible»— que deberá extenderse a la recopilación de datos, tratamiento y análisis de los mismos, celebración de conferencias y debates organizados por Primavera Blanca o en cooperación con otras organizaciones madridistas, elaboración de estudios para la difusión de nuestra posición mediante el debate en los órganos de expresión del madridismo, e intervención en defensa de nuestra posición en los medios de comunicación de masas —especializados y de información general— y en las asambleas generales de socios del Real Madrid, a través de los socios de Primavera Blanca recientemente elegidos como compromisarios.

 

A lo largo de su corta existencia, Primavera Blanca ha demostrado sobradamente que jamás nos faltan ánimos para impulsar, desde la inteligencia, el razonamiento y la reflexión, pero siempre comprometidos con la acción, lo que consideramos necesario para que el Real Madrid triunfe; que sin despreciar la fortaleza del contrario, pero sin que nos arredre por mucha que sea, ningún desafío nos asusta; que, para hacer avanzar nuestras posiciones, sabemos cooperar con otros madridistas que coinciden en todo o en parte con ellas. Estamos, desde ahora, inmersos en este nuevo proceso. Y, como siempre, decididos a vencer.

6 comentarios
  1. Rascayú
    Rascayú Dice:

    Mi total apoyo a esta iniciativa porque nos va la vida en ello. No veo otro camino para sacudirnos el yugo administrativo/federativo/arbitral/ que coarta nuestro crecimiento y da alas a nuestros enemigos.

    El problema mayor creo que está o estará en la elección de los compañeros de viaje. Hay mucho traidor emboscado en el CÉSPET y es difícil encontrar gente honesta. Mi esperanza son los equipos de la Premier, aunque tampoco acabo de fiarme.

    Ánimo chavales porque la tarea es digna de Hércules.

    ¡Hala Madrid, HdP!

  2. Guido Hofmann
    Guido Hofmann Dice:

    El sistema actual es arcaico, corrupto y provincial, solo falta que se unan para la causa unos pocos clubes historicos para prender la mecha; mi apoyo total y porque no, ojala sea de nuevo el Madrid el que lidere una nueva era más acorde con el siglo XXI y poder así olvidarnos de Platinis y Villares.

  3. Fernando Perez lancho
    Fernando Perez lancho Dice:

    El madrid es la historia viva de la ilusion del futbol renovarse para seguir creciendo animo madrid

  4. Thule
    Thule Dice:

    Totalmente de acuerdo con vosotros, y por lo que he ido viendo, el madridismo esta a favor. No hay otra salida.

    Un caveat, seria un error tremendo volver a invitar a los dos clubs que ya traicionaron al G14, a cambio de posiciones en la cúpula de la UEFA y recibir toda clase de ayudas, mientras nosotros pagamos las consecuencias de su creación. No cometamos los mismos errores, hay clubs que van a buscar damnificarnos en todas las situaciones posibles. No creen que ya quedo probado suficientes veces?

    Me alegra ver como destacáis la necesidad de la tecnología para garantizar la transparencia en la competición, llevo muchos años pidiendo esto, no entiendo como el fútbol, el primer deporte mundial y el que mas dinero mueve, esta tecnológicamente en el siglo 19, dos tipos con un banderín, y otro trotando pretendiendo que sigue la jugada. Es de chiste.

    Uso de tecnología totalmente hasta su limite físico, (su uso seria cada vez mas amplio según continuase su avance), y por tanto eliminación de errores, los conocidos “errores humanos”. Y lograr algo que no tenemos, competiciones limpias. Por cierto, sabemos todos de al menos un club entre estos dos que traicionaron al G14, que lo ultimo que querría es tecnología que cortase lo logrado con sus posiciones en la RFEF y UEFA.

    Por ultimo no se si habéis oído sobre esto, hay club moviéndose en la premier:

    http://www.thesun.co.uk/sol/homepage/sport/football/6969671/European-Super-League-summit-Manchester-United-Arsenal-Chelsea-Liverpool-and-Manchester-City-chiefs-in-secret-talks-to-leave-Premier-League.html

  5. Francisco Román Laguna
    Francisco Román Laguna Dice:

    Teniendo en cuenta como fué la disolución del G-14, no creo que el Real Madrid tenga mucha credibilidad ante los clubes europeos de élite, para liderar semejante proyecto.

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