El Equipo sin Alma (epílogo)

El Equipo sin Alma (epílogo)

 

Sin título-4

 

 

Por primera vez en la historia de la ciudad de Madrid, se produjo un recibimiento oficial a un equipo. A las diez de la noche del lunes, junto a más de diez mil madrileños, el Alcalde Pedro Rico acudió a la Estación de Mediodía a recibir al Madrid. A los sones del Himno de Riego los jugadores descendieron del tren que, una vez más, les traía de Barcelona. Hubo discursos y felicitaciones y desde allí, la expedición madridista, marchó hasta el Paseo de Recoletos donde el Club tenía su sede. Y, desde el balcón, Ricardo Zamora pudo arengar a los madridistas que abarrotaban el paseo. Los festejos y homenajes, que incluyeron banquete organizado por el Club a precios populares, se extendieron durante una semana.

Sin título-5

 

 

 

Pronto volvería a ganar el Madrid el Campeonato de España. Esta vez, en Mestalla, al Barcelona. A cuatro minutos del final, jugando el Madrid con diez y ganando 2-1, Zamora en una gran estirada detuvo un disparo de Escolá que entraba pegado a la base de su palo izquierdo. Aquel balón blocado abajo mientras levanta nubes de polvo en el secarral de Mestalla, sería a la postre la última parada de Zamora. Era 21 de junio de 1936. El día que muere la Primavera.

Equipo del Madrid en la Final de Copa de 1934.

 

Dedicamos este relato a Juan Marrero Pérez “Hilario”, interior. Menospreciado algunas veces por la crítica, fue héroe del Campeonato de España de 1934. Aún hoy, de forma inexplicable, no existe referencia alguna a Hilario en la página web del Real Madrid C.F. Uno de los nuestros.

 

 

Notas a las ilustraciones del Epílogo

 

1)     Recibimiento al Madrid en la Estación del Mediodía (Atocha)

2)     Ante la sede del Madrid en Recoletos.

 

Todas las ilustraciones pertenecen a la Hemeroteca del diario ABC

 

El Equipo sin Alma (y IV)

El Equipo sin Alma (y IV)

Sin título-1

 

 

 

Despachó el Madrid la vuelta de las semifinales con una faena de alivio, o quizá fuera que a Juan DEPORTISTA, al que seguimos en las crónicas de Chamartín, no le gustaba demasiado este equipo, al que hacía quince días había bautizado “el equipo sin alma” tan injustamente como demostraron los acontecimientos que sucedieron al empleo del epíteto, y estaría más a gusto con once madrileños rasos en la alineación.

 

 

Bajo una lluvia torrencial se adelantó el Betis a cinco minutos del final de la primera parte. Dos goles de Samitier en el segundo tiempo, el primero al recibir un balón que, despejado por el medio Larrinoa, rebotó en el árbitro Vallana, y el segundo rematando de tiro cruzado un pase de Hilario, sirvieron para que el Madrid resolviera a su favor la contienda.

 

Sin título-2

 

Para sorpresa de propios y extraños, en el campo de Buenavista, completamente encharcado, el Valencia, que a punto estuvo de perder el partido de ida en Mestalla, ganó 1-3 al favorito Oviedo, una de las mejores líneas de ataque del campeonato, en la que jugaba Lángara. Todos los goles llegaron en la segunda parte.

 

Madrid y Valencia estuvieron inmediatamente de acuerdo en que la Final del Campeonato de España se jugara en Barcelona. La considerable diferencia de distancia entre ambas capitales y Barcelona constituía, en aquellos tiempos, una sustancial ventaja del equipo levantino a la hora de desplazar seguidores a la final.

 

El domingo 6 de mayo, 50.000 personas llenaban Montjuich, el mayor estadio de España. Alrededor de 10.000 habían venido de Valencia. De Madrid había la mitad, a pesar de los esfuerzos desplegados y de los dos trenes especiales que, de acuerdo con el Club, pudo preparar la Compañía de ferrocarriles MZA.

 

 

Brú alineó a Zamora, Ciriaco Quincoces; P.Regueiro, Bonet, Leoncito; Lazcano, L.Regueiro, Samitier, Hilario y Eugenio.  Ni la línea media ni la delantera del Madrid estuvieron especialmente inspiradas. Tampoco el árbitro catalán Vilalta, que anuló un gol a Regueiro por un fuera de juego inexistente, pues el balón lo había enviado el valencianista Pasarín, y se comió un penalti clarísimo de Bertolí a Eugenio. En el descanso, con el empate inicial campeando en un marcador que las crónicas calificaron de justo a pesar de haber enviado Hilario un balón al larguero poco antes del tiempo reglamentado, hubo sus más y sus menos en el vestuario. Al principio de la segunda mitad, una indecisión entre Quincoces y Zamora permitió a los delanteros valencianistas adelantar a su equipo en una jugada en la que quedó lesionado el portero del Madrid. Al gol sucedieron momentos en los que pareció que el Valencia podría ganar la final. Pero el Madrid consiguió reponerse moralmente y por fin apareció su superioridad técnica. Veinte minutos de juego primoroso decidieron la final. El canario Hilario vengó el tiro al larguero haciendo un gol a lo grande, calificado de “gol de final”. Era el minuto veinticinco. Dos minutos después, Lazcano, finalizando una gran jugada de Samitier, envió un tiro cruzado a la derecha del portero, yendo el balón a las mallas tras golpear en el poste.

 

Sin título-3

 

 

 

Por su valor de referencia para la actualidad, reproducimos aquí dos de entre las las numerosas declaraciones recogidas al final del partido. El árbitro, ofreciendo unas explicaciones de su actuación que hoy le resultarían prohibidas:

 

 

Un joven directivo del Madrid, Santiago Bernabéu, que, con palabras dichas hace 79 años, nos demuestra que desde siempre, así cuando pierde como cuando gana, el Madrid ha criticado a los árbitros cuando lo han merecido:

 

 

Nota a las ilustraciones del cap. IV

 

1)     Durante el segundo tiempo, el meta bético Urquiaga detiene un balón por alto. En el viejo Chamartín, el Madrid juega con pantalón azul en deferencia al Betis.

2)     Disparo de Hilario sin consecuencias en el marcador.

3)     Gol de la victoria, obra de Samitier.

4)     0-1 para el Valencia. Quincoces cede un balón comprometido a  Zamora y los delanteros valencianistas se adelantan. El Valencia, pro cierto, juega de color burdeos con la señera.

 

Ilustraciones procedentes de los archivos del semanario Mundo Gráfico (vía web Historia del Betis) y Hemeroteca del diario ABC.

El equipo sin alma (III)

El equipo sin alma (III)

El cuarto partido de la eliminatoria certificó quién la había ganado en el tercero. Cuando el viernes 20 de abril, a la estela del capitán Zamora, saltaron al campo de Sarriá los Ciriaco, Quincoces, Pedro Regueiro, Bonet, Leoncito, Lazcano, Luis Regueiro, Samitier, Hilario y Eugenio, inmediatamente comprendieron que, a pesar de que el protocolo federativo les situaba de visitantes, jugaban como locales. El Madrid, después de años de hostilidad, se había ganado al público catalán superando con juego y coraje un marcador contrario y un arbitraje injusto.

Arbitrado por el catalán Castarlenas, el partido no tuvo color. “Se acabó el Athletic, –comenzaba su crónica telefónica el corresponsal deportivo de ABC- el magnífico conjunto, consumidos los restos de su energía en el partido del miércoles. Cinco temporadas gloriosas han venido a parar en esto: en el aniquilamiento total y absoluto ante el Madrid. El partido de esta tarde ha sido la liquidación de existencias bilbaínas. En vano los refuerzos de Urquizu, Petreñas y Uribe, acudiendo al S.O.S. de delegados y entrenadores en Barcelona, fueron incluidos en el equipo prescindiendo de los lesionados Castellanos, Pichi y Chirri. Eran remiendos que de poco habían de servir ante el vencedor moral del match anterior, que, pese al empate, era el vencedor técnica y físicamente.

Los de Bilbao se fueron al vestuario con dos goles en contra; en el minuto 32 Luis Regueiro, con un disparo que superando a Ispizúa golpea el poste y se introduce en la puerta, y en el 35 Hilario, que remató raso e imparable un pase de la muerte del extremo Lazcano , habían concretado el asedio a la puerta athlética. En la segunda parte el Madrid, lejos de reservar fuerzas para la semifinal a la que tan dignamente se estaba clasificando y cuyo primer partido debería jugar en 48 horas, aumentó la presión sobre la meta del Atlhetic. Convertido en un valladar, el defensa Cilaurren, fue el mejor jugador del Athletic.  Su labor, que el corresponsal ORS calificaría de heroica en ABC, no pudo impedir que, a cuatro minutos del final, el catalán Samitier subiera el tercer tanto al marcador, entrando decidido al remate del balón que Ispizúa, en una gran estirada, había despejado respondiendo a un formidable tiro cruzado de Lazcano. El cambio de hegemonía quedaba así refrendado por una goleada en campo neutral. “Tres ‘goals’ de diferencia reflejan válidamente este triunfo rotundo del Madrid” -concluye la crónica de ABC.

Inmediatamente después de terminar el encuentro, el Madrid, al que el calendario y los sorteos obligaban a jugar el domingo en un lugar tan distante como Sevilla, intentó que la Federación acordara un aplazamiento del primer partido de semifinales contra el Betis. No fue atendido.

Hoy, en días de Internet, low-cost de la aviación comercial y trenes de alta velocidad, debemos hacer un gran esfuerzo de imaginación para trasladarnos a los medios de transporte de los años treinta. De Barcelona a Madrid se tardan más de doce horas en el expreso nocturno que esa misma noche en la capital de Cataluña han tomado los jugadores del Madrid, después de tres durísimos partidos disputados en seis días, en Bilbao y Barcelona, contra el desde ahora segundo mejor equipo de España.

A la llegada a Mediodía, la mañana del lunes, los del Madrid desayunan en la cantina de la Estación, y directamente suben al rápido de Andalucía que en la noche del sábado les dejará en Sevilla, cuando llevan más de veinte horas encerrados en el tren, hace poco más de un día estaban en las duchas de Sarriá festejando el gran triunfo, y faltan menos de dieciocho horas para enfrentarse con el Betis.  “Es absolutamente inexactose ve precisado a desmentir ABC—  que a los jugadores del Madrid se les hayan ofrecido primas dobles, ni premios extraordinarios si vencían al equipo bilbaíno. Ha sido el triunfo un brillante resultado del entusiasmo y del amor propio de los jugadores del Madrid, que han puesto en las recientes luchas sus más fervorosos afanes. Conviene hacerlo constar así, porque ya se han lanzado especies, con la intención que es de suponer, acusando al equipo de la capital de haber sembrado a voleo el dinero entre sus jugadores. Y esto es falso: los jugadores han cobrado exactamente lo que tienen estipulado y que no es más que lo que hubieran ganado los futbolistas bilbaínos, en el caso de haber resultado victoriosos.”

A las cuatro de la tarde del domingo 22 de abril, el árbitro catalán Arribas dio el silbido inicial de un partido en el que, de creer a la prensa, nadie razonable daba un duro por el Madrid.

El primer tiempo se jugó con mucha intensidad. Tanta que el gran Jacinto Quincoces, que saltó al campo lesionado, hubo de ser atendido en la banda, sangrando abundantemente por la nariz –probablemente fracturada-, tras un encontronazo con el extremo derecho bético, Saro. Aún así, “los presuntos agotados –relataría Antonio OLMEDOse pasaron bien el balón, siempre excelentemente servido por la línea medular y principalmente por el centro, Bonet, de juego tosco pero práctico. Los avances del Madrid fueron más peligrosos que los béticos; en la mejor oportunidad del primer tiempo un gran disparo de Eugenio, con el que culminó una excelente internada, se fue al palo cuando el meta bético Urquiaga estaba ya batido. Pero, pese a esas mejores oportunidades blancas, los primeros cuarenta y cinco minutos  concluyeron sin que se moviera el marcador.

Después del descanso, los hombres de Paco Brú impusieron su táctica defensiva. El dominio bético era quizá agobiante, pero –repetimos- impuesto y por tal razón ineficaz”. Sin embargo, jugando al contraataque, apoyado en sus dos alas veloces, el Madrid superaría a los verdiblancos. Marcó el extremo Lazcano -que remató de cabeza el despeje del meta Urquiaga a tiro del interior Hilario- el primer tanto del Madrid, que ahora se aplicó con más ahínco a defender la ventaja”.

 

Un centro de Regueiro, paralelo a la línea de meta, fue desviado a puerta por el otro extremo, Eugenio, haciendo subir el segundo tanto al marcador cuando la segunda parte alcanzaba su mitad. Después,–finaliza OLMEDO su relato- puede suponerse: vigilancia redoblada del Madrid y final poco brillante por lo que a juego respecta, pero mucho por cuanto atañe a la inteligente actuación de los madridistas.

Sin título-1

Sin título-2

En las patentes condiciones de inferioridad en que las circunstancias le habían impuesto disputarlo, el Madrid afrontó el partido como lo que verdaderamente era: Un gran equipo. “En el Madrid no deben hacerse menciones especiales, toda vez que sin excepción se aplicaron los jugadores en la producción de una victoria que parecía imposible” –concluyó el corresponsal Antonio OLMEDO.

Por fin, después de una semana heroica en la que habían disputado cuatro partidos durísimos en Bilbao, Barcelona y Sevilla, superando a base de entrega y talento todas las dificultades, a mediodía del lunes 23 de abril de 1934, el tren devolvió a casa a unos futbolistas extenuados y maltrechos. Al tiempo del convoy entrar en agujas una multitud excitada y ruidosa abarrotaba el espacio que, todavía hoy, define la imponente cubierta de cristal y hierro fundido concebida por Alberto de Palacio para la estación de Mediodía. La afición madridista estaba allí para agradecer a sus jugadores los sacrificios que tanto orgullo y alegría le habían procurado. Como los toreros después de las faenas más señaladas, al descender del tren nuestros futbolistas fueron sacados a hombros, vitoreados por las más de cinco mil gargantas de los madrileños que habían acudido a recibir “a los suyos”. Al final, la ciudad de Madrid se había encontrado con su equipo. Tenía, ahora, una bandera en la que reconocerse; un alma con la que identificarse. La leyenda del Madrid había comenzado.

(Continuará)

Comunicado Nº 9 – 28.3.2013

sb

Informando sobre los acuerdos de la Junta Directiva de Primavera Blanca respecto a la convocatoria de una manifestación en apoyo a José Mourinho para el día 6 de abril de 2013:

1.- Primavera Blanca celebra el impulso que la iniciativa de gran corazón del madridista Toñín Castaño -el popular “Toñín El Torero”- ha facilitado a la difusión del verdadero deseo de los madridistas de que, pese a quien pese, no quede descabezado el actual proyecto deportivo, que con tan elevado grado de satisfacción entre el madridismo dirige nuestro entrenador y manager José Mourinho. No podemos sino valorar con simpatía dicha iniciativa.

2.- Primavera Blanca llama a todos los madridistas a manifestar su identificación con el actual proyecto deportivo siempre de formas eficaces, lo más ampliamente consensuadas que sea posible en su definición, y por supuesto, sujetas a la legalidad. Primavera Blanca no puede convocar a sus socios a ninguna acción sobre cuya legalidad tenga la más mínima duda.

3.- Si queremos contar con organizaciones que actúen sobre la realidad, respaldadas por los nombres y apellidos de personas capaces de mantener la interlocución con cualquier estamento y a cualquier nivel, y con vocación de permanencia, la responsabilidad es una exigencia incontrovertible. Esto es así por mucho que las aparentes, más que reales, urgencias de las redes sociales, empujen a verlo de otra manera. El mero buen propósito de una acción no nos libera de la reflexión sobre su oportunidad y su legalidad; tampoco del análisis crítico de nuestra capacidad para garantizar que tales acciones constituyen un paso adelante y nunca un paso atrás, como nos demandaban algunos de nuestros socios al hacerse pública la iniciativa.

4.- Primavera Blanca se pone a disposición de todas la entidades representativas del madridismo que quieran contribuir a la ejecución de acciones capaces de representar ante el Club y ante la opinión pública el mayoritario apoyo con que cuenta el actual proyecto social y deportivo liderado en sus respectivos ámbitos por el Presidente Florentino Pérez y el entrenador José Mourinho. En este momento decisivo de la temporada, toda acción que promueva o secunde Primavera Blanca debe ir acompañada del máximo apoyo al equipo que en cada momento el entrenador ponga sobre el terreno de juego. Sobre nuestros futbolistas recae la responsabilidad de asegurar el futuro del proyecto, lo que les hace acreedores de nuestro completo respaldo

5.- Pese a la obligada desconvocatoria de la acción iniciada por Toñín Castaño, Primavera Blanca está en contacto directo con él. Tenemos previsto, para los primeros días de la próxima semana, en coordinación con las entidades que se habían sumado a su iniciativa, participar en la definición de una acción reestructurada en apoyo del proyecto encabezado por José Mourinho y Florentino Pérez. El objetivo es contar, para esa nueva acción, con el más amplio respaldo posible de las organizaciones y personalidades representativas del madridismo, y organizarla para una fecha lo más próxima posible.

Un día cualquiera en PRISA

Abrir un periódico o hacer click en internet es un gesto fácil. No hace falta gran fuerza de voluntad, ni que sea un día especial. Es una costumbre, una rutina, y pocas veces el pensamiento se activa en modo de alerta. Lo que normalmente busca el lector es que le den la razón, o que le cuenten los hechos de forma que no se le atragante el café, ni se le corte la digestión. Quiere un relato conocido, con un mal, con un bien, con unos porqués bien delimitados y unas razones que pongan orden en el caos general de las cosas. Esta sensación se acrecienta en el fútbol, cosa grande y sagrada, y a la vez melodrama tremendista que se enrosca entre la exageración y el esperpento. Una religión en las páginas de variedades.

Los periodistas conocen —o intuyen— las bajas defensas con que el aficionado llega a las páginas de deportes. Ya cansados de la realidad, llega el cliente a la sección futbolera, más allá de las cuitas políticas, de la crisis, de la horrible economía y de la retahíla de los difuntos. Cruza el autodefinido y llega a la pelota. Nadie busca ahí la gelidez de la razón. En todo caso, y en un periódico como El País, el cliente quiere la presunción de estar del lado de los buenos. Quiere que se delimite el cuadrángulo de juego entre vectores morales de estirpe ideológica. Busca el demonio para echarle la culpa —porque siempre va todo a peor, y eso es inevitable— y busca un ejército de ángeles que aun así nos salvará. Un ejército de ángeles que sean como tú y como yo, gente normal, de la calle, del barrio, de Santa Coloma de Gramanet o donde diantres crezca la normalidad. Eso es jugar con las cartas marcadas, pero el cliente quiere que los dados caigan de su lado. Es entendible: al fin y al cabo, es el que paga.

jugadores fcb rodean arbitro

En algunos momentos de la historia reciente, esta formulación del fútbol en dicotomías ideológicas se ha hecho en El País de una forma grosera, explícita y hasta chabacana. Había editoriales en contra del supuesto equipo del gobierno, ridiculizando cualquier movimiento de su entrenador o su presidente que no contara con el plácet de la prensa. Había un columnista (Martín Girard) cuya única función era el agravio constante al famoso entrenador que vino a España para conculcar la belleza y la sabiduría del toque. Había escritores apostados en cualquier esquina disparando con munición caducada (y sin embargo efectiva, que a la columna va uno a rezar con su confesor habitual) contra el club de la meseta central y su cohorte de aristócratas predemocráticos. Y estaba el otro lado, el oasis catalán, con más valores de los que un hombre puede soportar sin echarse a llorar, y concentrado de las esencias de la otra España. La que nunca hemos acabado de conocer: plural, tolerante, llena de arte —pero no presuntuosa—, ganadora sin quererlo y arreglá pero informal. Era la resaca del Mundial, y el Barça-Selecció se convirtió en la única línea editorial posible contra la crisis. Mou era el pistolero que venía a acabar con todo lo santo. Tenía la apostura del malvado y trabajaba en las oficinas del último edificio del Antiguo Régimen. El Real Madrid. ¡Bang!

Andando el tiempo, Mou superó a Pep, el Real conquistó una Liga maravillosa y la línea editorial antimadridista se volvió más sutil. Un poco lo de toda la vida. Una inercia. La melodía antimadridista silbada por los chicos de la prensa y que tan fácil se contagia al aficionado incauto. Las bajas defensas al entrar en las páginas de deportes. La asimilación, por buena parte del madridismo, del relato culé/España plural como el único permitido si quieres ser parte de la manada. Y en España nadie quiere estar fuera.

El Madrid parece ser lo público, y todo el mundo está extrañamente de acuerdo en eso. Para las masas, es Estado, funcionariado incompetente, Guardia Civil y gabinete de crisis todo en uno. Con un poder que va más allá de los bancos y la Casa Real, el ciudadano le pide explicaciones. Quiere saberlo todo, quiere que demuestre su pureza, y quiere su autodestrucción, aunque se conforma con la humillación de cada día. En el bar, en la oficina, el Madrí le sirve al español para cumplir con el teatrillo de la sorna que lo libera de su maldición interior. Esta reverberación le llega al periodista (o quizás fue él quien la echó a andar), y el plumilla le da la forma adecuada: la exigencia constante. Exigencia de exquisito juego de posesión, de mediaspuntas allá donde crecieran, de fútbol de toque, de pureza en los fines y en los medios, de extremos como Dios manda, de entrenadores callados y respetuosos, de jugadores amaestrados, de contabilidad impecable, de fichajes ilusionantes, de austeridad galopante, de españolidad, de juventud, de experiencia, de hombres de club, de buenos chicos ejemplares, de chavales de la cantera y, en general, de una predisposición estupenda a poner la otra mejilla; ya que se considera que el único equipo Real tiene orígenes dudosos y una clara conciencia de culpa.

¿Cómo, si no, se puede ser tan poderoso?

Sirva de ejemplo la crónica de José Sámano del Real Madrid-Mallorca (5-2), que cumpe dulcemente con las especificaciones arriba expuestas. Es una victoria fácil del Madrid, así que no habrá ajustes de cuentas ni se rasgarán los velos del templo. Hay una manipulación suave. Quizás él ni se dé cuenta. Quizás sea sólo una inercia.

Así empieza:

“Se corrigió a tiempo el Madrid, que no tuvo chicha ni fútbol con la alineación experimental de José Mourinho y solo ganó juego y voltaje cuando el técnico rectificó al descanso. La diferencia entre el tránsito de Pepe como ancla en el medio campo y su regreso a la zaga en favor del triángulo Özil-Modric-Kaká, sin otro dique. Toda una portada en el Madrid, habitualmente proclive al músculo en esas zonas tan sensibles”.

Efectivamente. el Madrid se corrigió, aunque quizás lo hiciera el propio Mourinho —que, ¡oh cielos!, está detrás del Madrid no sólo en lo malo, sino también en lo bueno. Hace nada, contra el Barça en el Bernabéu, Pepe completó un encuentro espléndido en la media, pero se ve que Sámano ya tiene un primer vector que añadir a su cuenta de resultados. Pepe es malo en la media (y en general en cualquier sitio conocido) porque tiene músculo (a pesar de dar el pase de gol) y quién sabe qué cosas más. No hay análisis táctico que valga. Es así, y el Madrid tiene la exigencia de jugar con Özil-Modric-Kaká, y si pudierámos traer a Guti y a algún pintor renancentista de tendencias homosexuales, pues mejor que mejor. La media del Madrid ha sido durante años Xabi-Khedira, pero para Sámano somos proclives al músculo (como antítesis del amor, se figura uno) en zonas tan sensibles, tan clitoridianas como el centro del campo, donde se ha de acariciar el balón o se es un maltratador sin remedio.

“A ello contribuyó Mourinho, que alteró el guion titular con dos jugadores en posiciones postizas: Pepe no es el vicario de Xabi Alonso, y Morata, un ariete, solo puede ser un extremo casual”.

Recordemos que estos dos jugadores en exacta posición completaron contra el Barça un fenomenal partido. Y también, cómo se aplaude el que algunos equipos jueguen con piezas movibles por todo el frente del ataque. Y el tono, el tonillo autoritario y perentorio del crítico ante los pequeños desmanes del entrenador del Madrid. ¡Qué sabrá el tal Mou!

“Sin Khedira, Essien o pepes el equipo vio la luz. Curioso, con menos acero ganó en intensidad, primó el fútbol y el equipo se enhebró de maravilla en torno a Modric, único mediocentro, Kaká y Özil. Un Madrid con menos coraza que nunca”.

“El equipo vio la luz. Primó el fútbol. Con menos coraza nunca”. Qué lata con los entrenadores del Madrid, siempre a la defensiva. Esas alineaciones de la prensa deportiva como las que hacíamos de niño, con 150 delanteros y el buitre como mediocentro defensivo. Qué lata. Pero sólo con el Madrid; los demás sí que necesitan equilibrio, gente sufriente y táctica en dosis masivas. Primó el fútbol, como ganó el amor. La telenovela romántica del Madrid del mediodía de la prensa. Lo otro no es fútbol. Quizás sea lo nuestro.

“Y Pepe, un gran central, fue su metáfora”.

No hay más que hablar. El fútbol y sus metáforas que trascienden (como toda metáfora) de lo que se habla. Pepe, el ancla del neoliberal. Una moral que nunca se acaba de explicar. Pero queda en el aire. Como queda en el aire de quién es la culpa del Madrid, y cuál es la forma de llegar al Nirvana.

pepe higuain

En el cerebro semidormido del cliente, lo que queda al leer esta crónica rosa es una amalgama de ideas espumosas con un par de cosas muy claras: 1- Mourinho no le saca partido a una plantilla fenomenal debido a su carácter defensivo (malvado); 2- El Madrid siempre hace algo mal, siempre comete errores —no por ignorancia, sino por mezquindad—, hay una culpa detrás de todo y a su lado, una exigencia de virtud nunca saciada. Y hablamos de una cosa suave, aparentemente inocua, un día cualquiera con el diario El País bajo el brazo. Lo normal.

Ahora le vamos a echar un vistazo al artículo que escribió sobre el mismo partido el amigo Diego Torres: “Ráfaga demoledora“, se titula (DRAE: “demoler (tr.) Destruir, derribar algo material o inmaterial“; siempre los adjetivos, que nunca son inocentes).

“A diferencia de la plantilla del Barça, corta arriba y atrás, la del Madrid ofrece recursos más variados que no han sido explotados a fondo. El sábado, contra el Mallorca, el mánager José Mourinho desarrolló un experimento pionero. Apurado por la necesidad de remontar el 1-2, por primera vez en siete meses de competición alineó juntos a Modric, Özil, Kaká, Benzema, Higuaín y Cristiano”

Más de lo mismo dicho de forma explícita: “no han sido explotados a fondo”. Por supuesto —aunque aquí no se hable de ello—, el hecho de tener una plantilla magnífica y compensada, no tiene nada que ver con la buena dirección deportiva de Mourinho y José Ángel Sánchez. Es cosa de meigas y del cheque en blanco que el monarca nos firma todos los años. Lo bueno en el Madrid es azar, dinero, poder o política. Lo malo es consecuencia directa de la ineptitud de los dirigentes y entrenadores, y de un sustrato nefando en el Bernabéu. El poltergeist continuo que es nuestra historia. Y ahora además, con experimentos pioneros; aunque se recuerda todavía el último experimento de esta guisa en el Real Madrid 2004, que decidió jugar sin red de seguridad y tardó años en reponerse del susto. Pero un atlético como Diego Torres sabe bien dónde debe apretar para hacer que aparezca un dolor antiguo del madridismo. Ganas de hacer daño camufladas de preocupación por la pureza del fútbol y la historia del Madrid. Un frío conocido.

“Mourinho probó a Modric en el medio centro contra el Espanyol, el Celta y el Betis en la primera vuelta del campeonato, pero siempre le acompañó de un volante de brega: Khedira, Essien o Alonso”

Alonso, convertido en volante de brega desde que defiende a Mourinho. Antes, era un mediocentro total de la escuela donostiarra. Primero perdió la pluralidad al venir al Madrid, ahora ha perdido su condición de centrocampista y se ha convertido en un especialista defensivo. Si sigue más tiempo en Chamartín, acabará siendo un leñero de toda la vida que se dedica a estorbar a los rivales.

“Özil por sí solo es la bomba. Asociado a Kaká y a Modric se inicia una reacción en cadena de potencial apenas explorado”

Y éste es el final, un último consejo al mezquino madridismo: “jueguen con los que nosotros decimos que son buenos; encajen muchos goles; pierdan; y seremos todos felices”.

Comunicado Nº 8 – 13.3.2013

real 3

En el punto sexto de nuestro Comunicado n° 5 de 27.12.2012 llamamos al Club, como prioridad inaplazable, a disponer de unos medios propios con una línea editorial definida. En el Comunicado nº 6 de 9.2.2013 también hicimos un llamamiento urgente a intensificar el proceso de convertir Real Madrid TV en canal en abierto. Resulta inaplazable que, velando por sus propios intereses corporativos, el Club adopte la decisión y ejecute las acciones necesarias para llevar su auténtica voz a la afición madridista de todas partes del mundo, sin otros intermediarios mediáticos que la distorsionen o incluso la falseen.

Recientemente, desde una web de peticiones de Internet, un madridista ha iniciado una petición colectiva al Presidente del Club para que Real Madrid Televisión emita en abierto. En Primavera Blanca hemos debatido si dicha iniciativa debe ser respaldada por nuestra Asociación. Consideramos que promueve una pretensión útil y necesaria, pero no podemos estar de acuerdo, sin embargo, en las razones que esgrime para justificar la petición, ni tampoco el formato elegido nos parece el medio más idóneo para que los madridistas se dirijan al Club. Por ese motivo no podemos llamar a suscribirla, sin perjuicio de que, lógicamente, cada madridista actúe como entienda oportuno.

Sin embargo, una vez puesta por ese madridista la cuestión sobre el tapete, en nuestra condición de organización de socios del Real Madrid, C.F. y madridistas con el objetivo estatutario de “difundir la universalidad del madridismo como sentimiento de pertenencia al Real Madrid C.F., vertebrando a quienes lo comparten a través de las actividades y servicios de la asociación”, no podemos abstenernos. Hemos decidido que la mejor forma de poner en valor una iniciativa justa que no podemos apoyar es promover desde Primavera Blanca nuestra propia petición colectiva dirigida a la Junta Directiva del Club apremiándolo a que Real Madrid TV emita en abierto, a fin de que el madridismo universal tenga acceso a este medio de comunicación.

La relevancia institucional de nuestro Club debe estar a la altura de su relevancia social y de su incomparable palmarés; y el hecho de que Real Madrid Televisión no pueda llevar a todos los madridistas las ideas y los proyectos que se desarrollan por el Club, por causa de emitir dentro de una plataforma de pago, no está a la altura de esa aspiración.

En consecuencia, Primavera Blanca llama a todos y cada de sus socios a suscribir en el Foro “Querido Real Madrid:” de su página web (www.primaverablanca.com) la carta a la Junta Directiva relativa a la petición de que las emisiones de Real Madrid TV se hagan accesibles a todos los madridistas por la doble vía de la emisión en abierto y de la puesta a disposición de los contenidos en Internet para que sean descargados a demanda.

Llamamos, además, a los socios de Primavera Blanca a contribuir a la difusión a este comunicado.

Khedira

khedira

 

Los triunfos recientes de la selección española de fútbol han propiciado un curioso fenómeno: el futbolista es, prácticamente, el único español que puede triunfar sin ser odiado de forma mayoritaria. Siempre que cumpla escrupulosamente el manual de las buenas costumbres y se quede quietecito para salir bien en la foto. El éxito de un puñado de excelentes jugadores -las victorias españolas han sido eminentemente corales-, tras pasar por el ingenio simplificador de la prensa deportiva patria, ha mutado en una consigna alienante y repetitiva, que dirían en la secta de los movimientarios de ‘Los Simpson’: “futbolista español bueno, futbolista extranjero malo”.

Porque el futbolista español es bueno y además buena persona. Da consejos fáciles de entender (Xavi y el anti-fútbol) y, como aquellos tigres y leones de Torrebruno sabe que lo importante es participar, siendo ganar un atributo del buen juego al que llega por decantación, a ser posible ideológica. Hay cosas más importantes que la victoria -dijo Iniesta- aunque en el Madrid no las conocemos. Y el futbolista español además de buena persona, sabio y entregado a la causa del pase, para ser querido, debe ser bajito. Quizás sea una nostalgia de la posguerra, o quizás en España, sólo sea posible admirar al que provoca ternura a la chica, al que no es una amenaza.

Sami Khedira llegó a España sin más pedigrí que jugar en la selección alemana y ser el mejor jugador del Stuttgart. Tuvo un precio ajustado -10 millones- lo que le provocó la inmediata antipatía de los plumillas, incapacitados para sobreactuar su indignación como siempre que el Madrid acomete algún horrible dispendio a costa del hospital de huérfanos y las cajas de ahorros y montes de piedad. Además Sami era alto, fuerte, intenso y –provocación máxima- jugaba de mediocentro defensivo. Una posición satanizada en el Madrid desde tiempos de San Ignacio de Loyola, que ya clamaba desde el púlpito contra los extranjeros y las medidas defensivas inaceptables en un club con nuestra historia. Para más inri, el gigante alemán venía entrelazado con una preciosa rubia germánica, muy alejada de las novias aquellas de la quinta o los chicos de la Masía- discretas y amigas de sus labores- y tan cercana al monumento asombroso que fue Adriana, la hechizada por Karembeu. Karembeu, ídolo pasmado adorado por la bancada madridista menos prejuiciosa y ninguneado por los chicos del Txistu. Y en el Madrid la historia se repite y siempre como farsa.

Khedira, además de su vergonzante condición de extranjero, tiene la tara inadmisible de no ser un virtuoso con el balón en los pies. Porque en España, donde es asignatura troncal de Periodismo mirar por encima del hombro a las cuatro Copas del Mundo de Italia o a las tres de Alemania, impera una concepción del fútbol muy determinada y barroca, y se excluyen todas las demás.

Khedira, centrocampista titular del Real Madrid y de la selección alemana, es un excelente jugador de fútbol. Aquel jugador de ida y vuelta por el que suspiró Mou en sus primeros días en el Madrid. Siempre, como jugador madridista, el alemán ha sido una de las piezas más fiables y regulares del equipo de Mourinho. Guardia pretoriana, núcleo duro: uno de los que nunca fallan. Lo llamamos escolta de Xabi Alonso pero Sami tiene entidad propia como futbolista: Khedira es un solucionador de problemas y una brutal fuerza dinamizadora. Un ejemplo de libro de por qué en el fútbol es tan importante manejar el espacio como manejar el balón. Khedira es un manual táctico que siempre aparece en la posición adecuada, ya sea para dar un apoyo fácil a un compañero, para cubrir la salida del lateral, para ayudar a los centrales, para ganar rechaces en área contraria, para dominar los balones aéreos, para encimar al rival y no dejar que se gire. Es un pulpo acaparador de balones, pero además de eso es una dinamo en perpetuo movimiento, pesadilla para el rival que corre hacia el marco merengue y hermano de sangre en cualquier contraataque, siempre presente, devolviéndote la pelota en mejores circunstancias en las que él la recibió.

Khedira fue andamio al principio, sostenedor y socio ideal siempre, y es ahora mismo cosa cercana a un centrocampista total con voluntad de equipo por encima de todo. Sin necesidad de sobreactuarlo en la prensa, se deja retazos de la camiseta en cada embestida (gloriosos partidos contra el Barça en los que los infantes saltaban por los aires al contacto con nuestro grandullón) y sólo falto quizás del último gesto técnico que le permitiría engordar su cuenta de goles. Antaño le acribillaban en la previa –gran fortaleza física sin técnica ni imaginación, decían- clamando por el centrocampista exquisito y lánguido que le diera un cielo al Madrid, que parece que nunca termina de ganárselo. Con línea directa con San Ignacio, Santiago Segurola -relator oficial del Real- le exige a nuestros centrocampistas virtudes teologales que nadie cumple desde Guti. Españolidad, exquisitez, genio, desprecio al esfuerzo y sometimiento al pase. De Khedira siempre dijo que era un jugador invisible, de esos que sólo gustan a los entrenadores tácticos y a los periodistas pelotas, y como mucho dirá de él que tiene oficio. Para el Madrid, adjetivo menor y condescendiente. Formas españolas del ninguneo como antesala del insulto. Cierta mueca de desprecio al hablar del germano le delata como cristiano viejo. Le concede, eso sí, que es un hombretón que se esfuerza mucho. Y sin dilación, pasa a otro tema que lo táctico le aburre a este hombre sublime.

Khedira, que está hecho de fibra de carbono, juega y calla. Somete al espacio y siega la hierba bajo los pies del enemigo. Se desliza en todas direcciones ganando todos los pequeños duelos. Es el mejor de los jugadores intrahistóricos. La coda necesaria en un equipo fulminante. El jugador silencioso del que nadie habla ya en la previa. Y la razón es que con él, ganamos. Aunque digan que la victoria no es lo más importante. Pues bien, que nos la dejen a nosotros. Pero que no nos quiten a Sami. Khedira, una rubia, y ganar. Fútbol es fácil.

El Equipo sin alma (II)

El Equipo sin alma (II)

 

El martes 10 de abril –los lunes no se publicaban diarios-  JUAN DEPORTISTA, cronista de ABC, calificaba al Madrid de “El equipo sin alma” en su relato del primer encuentro de la eliminatoria disputado el domingo en Chamartína este Madrid que reúne tantos excelentes futbolistas y carece , sin embargo, de ese espíritu de grupo, de la llama entusiasta que prende en un hombre y, contagiándose a todos, se ofrece en llamarada ardiente, que gana terreno contrario o se eleva  en una defensiva unánime y ardiente”

1

¿Mal equipo el Madrid? No. –continuaba la crónica- ¿Conjunto capaz de superarse hasta alcanzar méritos de heroicidades? Tampoco. El Madrid se puede representar llanamente como la aglutinación de los futbolistas que destacaron en los más importantes Clubs de la Península. Contacto y proximidad, sin fusión. Proximidad que obliga a cumplir un deber, pero sin ese entusiasmo del que el Athletic ofrece el más acusado ejemplo. El Athletic tendrá menos equipo probablemente que el Madrid; pero el conjunto tiene alma. La que le falta al once de la capital, que por eso no es conjunto sino individualidades”  

 

Terminada la primera confrontación las sombras se cernían sobre el pronóstico de la eliminatoria. Este Madrid que el domingo no había sido capaz de batir al Athletic, a pesar de ganar en Liga por 3-0 en Chamartín había salido goleado de  San Mamés (5-1). Y como si no fuera bastante para justificar sobradamente el pesimismo que se había instalado en la afición, al dato del factor campo se sumaba el mal partido jugado por los blancos. Decididamente el partido no fue de seis pesetas, pero habrá que reconocer que la semana pasada lo parecía, había sido uno de los ácidos comentarios de la prensa, traduciendo la decepción de los espectadores.

 

Hasta bien avanzada la segunda parte, el equipo blanco -compuesto por Zamora; Ciriaco, Quincoces; Pedro Regueiro, Valle, León; Lazcano, Luis Regueiro, Olivares, Samitier y Eugenio– no había sido capaz de igualar el gol con el que, a la media hora de juego, Agustín Sauto Arana “Bata” había puesto en ventaja a los de Bilbao, al enviar a la red un balón que Lafuente, a pase de Gorostiza, había rematado al palo derecho de Zamora.

2

Por fin, en el minuto 65, Olivares consiguió el gol del empate, al empujar a la red, en mitad de un barullo en el área athlética, un remate de Lazcano que también había rechazado el poste. Si hemos de creer a nuestro amigo Juan Deportista, el resto del partido, el Madrid, a pesar de dominar, fue blando. La media estuvo desvencijada, Olivares a la deriva, Luis Regueiro preocupado por los que le chillaban de la tribuna y Samitier, fallón, desperdició tres claras ocasiones de gol, aunque, con ánimo de criticar al resto de la delantera blanca, el cronista de ABC nos asegura que era el único delantero del Madrid que podía fallar los ‘goals’ porque sólo Samitier llegaba al sitio donde se fallan los tantos.

3

La crónica únicamente salva del fracaso al trío defensivo, segurísimo, y a Pedro Regueiro del que nos dirá que hizo su más brillante encuentro. No extraña, pues, que Juan Deportista titulara su crónica “CON EL RESULTADO DEL PARTIDO ENTRE MADRIDISTAS Y ATHLETICOS LOS BILBAINOS TIENEN LAS MAYORES PROBABILIDADES DE GANAR LA ELIMINATORIA”.

4

Así estaban las cosas cuando a las cuatro de la tarde del domingo 15 de abril, athléticos y madridistas saltaron al césped de un San Mamés que había “registrado la entrada de la temporada y de muchas temporadas, batiéndose de largo el record de taquilla con 82.000 pesetas”. En la línea media, Bonet había sustituido a Valle, que acabó el primer encuentro lesionado, jugando en el extremo izquierdo, pero el entrenador, Paco Brú, dispuso además varios cambios en la delantera del domingo anterior, y así Hilario Marrero y Emilín ocuparían los lugares de Lazcano y Olivares desplazando a Eugenio a  la banda derecha.

5

Jugó el Madrid un excelente partido, sobre todo un gran primer tiempo. A los diez minutos abrió el marcador Hilario Marrero con un potente disparo desde fuera del área que el meta vasco Ispizúa, no fue capaz de detener. Un remate de Eugenio al larguero, a pase de Samitier, será la otra oportunidad más destacada del Madrid a lo largo de un primer tiempo completamente dominado por los blancos. En el segundo tiempo el Athletic avanza sus líneas y obliga a intervenir a Zamora en numerosas ocasiones. De una de ellas, a tiro de Gorostiza, afirma la crónica que “de haber estado en la puerta otro meta que no fuera Zamora el ‘goal’ hubiera sido inevitable” .

6

Sin embargo el impulso del Athletic fue disminuyendo según transcurría el segundo tiempo y el Madrid daba la impresión de tener perfectamente controlada la situación. “El partido parece ya decidido. Los bilbaínos dan por descontado el triunfo del Madrid. Pero cuando menos se esperaba, Muguerza, seguramente en una corazonada, tira hacia el marco de Zamora que, en forma incomprensible, deja que la pelota entre en la red. En cualquier otra ocasión Zamora hubiera detenido ese tiro, pero cuando más falta hacía que lo parase, porque en él iba el empate del Athletic, no estuvo a la altura de su fama”. Faltaban dos minutos para que se cumpliera el noventa.

 

El Madrid no ha estado nunca más cerca del título de campeón que en la tarde de ayer, pues tuvo completamente vencido al Athletic resumirá al día siguiente AÑALA. La misma tarde del desgraciado empate que obligaba al Madrid a continuar peleando la más dura eliminatoria, habían quedado eliminados los dos clubes catalanes, el Español, cuya victoria por 5-3 frente al Oviedo en Casa Rabía no bastó para dar la vuelta al 5-2 que los asturianos traían de Buenavista, y el Barcelona, cuyo juego calificaron las crónicas de pobre y sucio, que al empatar a dos goles en el campo de El Progreso no superó el solitario gol del Betis en Las Corts. Con 3-0 en Mestalla, el Valencia apeó de la copa al Hércules (4-2) en una eliminatoria marcada por la violencia con que se emplearon los alicantinos. No cuesta imaginar el sabor de boca que, habiéndose visto clasificados, llevarían ahora los madridistas en el tren expreso nocturno que les devolvía a Madrid.

7

Cuando el martes, camino ahora de Barcelona, volvió a tomar el tren nocturno, el Madrid ya conocía el resultado del sorteo de semifinales celebrado en la Federación. Emparejados Valencia y Oviedo, el Betis debería esperar para conocer su rival al resultado de ese desempate entre el Madrid y el Athletic Club que se celebraría el miércoles en el campo de la Carretera de Sarriá, que acudía a disputar el mismo equipo del segundo partido con las excepciones de Leoncito y Emilín que se quedaron en Madrid, entrando en la línea media Gurruchaga y volviendo Lazcano al exterior izquierdo.

 

Can Rabia presentaba un lleno absoluto –los reportajes gráficos nos muestran espectadores encaramados en los anuncios publicitarios- cuando a la cuatro de la tarde saltaron los equipos al terreno de juego. Los jugadores blancos, cantan las crónicas, actuaron con gran coraje, pero ello no fue suficiente para impedir que a los siete minutos Lafuente a pase de Gorostiza, batiera a Zamora. Flojeaba el centro del campo y la delantera del Madrid no estaba demasiado afortunada, y antes de la media hora el Athletic, esta vez por medio de Bata, que remata un gran centro de Lafuente, conseguirá el segundo gol, recibido con gran ovación por el público que abarrotaba Sarriá.

8

Los madrileños, sin embargo, no se vienen abajo. El juego se endurece y llega un momento en que la delantera blanca domina completamente el campo rojiblanco. La presión del Madrid es cada vez más agobiante pero las oportunidades de Lazcano no se traducen en goles y “momentos antes del final del primer tiempo es Eugenio, que ha intercambiado su posición con Lazcano, el que falla inopinadamente ante Ispizúa.

 

En el segundo tiempo el Madrid incrementa su presión. A los siete minutos, Hilario, que está haciendo un gran partido, consigue el primer gol del Madrid al rematar solo ante puerta un gran pase de Luis Regueiro al que había enviado el balón su hermano Pedro. “Son las 5,10 de la tarde”, señala el momento la crónica de ORS. Poco después es Luis Regueiro el que rematando de cabeza un córner botado sobre el área del Athletic, marca el segundo, pero el árbitro lo anula. “Se produce un escándalo enorme y las fuerzas de asalto tienen que echarse al campo para impedir agresiones. El público durante largos minutos reclama el gol del Madrid, pero el juego se reanuda sin que el árbitro, Steimborn, modifique su decisión”. Ha sido una injusticia tan notoria que “cada vez que el árbitro se acerca a las márgenes del terreno  es abucheado insistentemente” por el público de Sarriá.

9

El arbitraje parcial no consigue que el Madrid se venga abajo, al contrario. Los blancos redoblan su presión realizando un juego magnífico que termina por poner completamente de su parte a un público catalán que, en todos los enfrentamientos anteriores, había sido ferviente partidario del Athletic. A tal punto había llegado la parcialidad del público catalán durante la final del 33 que el Madrid consiguió que se derogara al acuerdo federativo por el que las finales entre el Athletic y el Madrid se celebraban en Barcelona. Por cierto que, al empatar en Bilbao, el Madrid había tratado de que la decisión se aplicara analógicamente a este partido de desempate, sin ningún éxito como puede verse.

10

Por fin, cuando faltaba un cuarto de hora para el final del partido, Bonet corta un avance del Athletic y pasa a Luis Regueiro que le pone el balón a Hilario que, a gran velocidad, remata a cuatro metros de la puerta logrando el gol del empate. El marcador no se mueve ya hasta el minuto noventa y el empate obliga a disputar una prórroga de treinta minutos, durante la que los dos equipos dan síntomas de agotamiento, pero el Madrid, sacando fuerzas de flaqueza, pone en asedio la puerta del Athletic durante la segunda parte, sin conseguir deshacer el empate, resultado que obliga a disputar un nuevo partido para resolver la eliminatoria.

11

 

Mientras centenares de socios del Madrid, que han escuchado la narración de los ‘speakers’ de la radio, enardecidos por una remontada épica a expensas de un arbitraje injusto, envían telegramas de felicitación al equipo, Santiago Bernabéu, delegado de fútbol, se pone al habla con los directivos en Madrid para gestionar el envío de los refuerzos que pueden ser necesarios para el cuarto partido.

 

Cuando por la mañana aparezca en ABC de Madrid la crónica del partido, Olivares y Emilín, que han viajado durante toda la noche, estarán en Cataluña. Quizás Blázquez y Leoncito, mientras viajan en el Rápido de Barcelona, estén leyendo “Mañana viernes el Athletic de Bilbao y el Madrid continuarán la batalla. El partido se jugará en Casa Rabía y esperamos que al fin se decida qué equipo deberá jugar el domingo próximo contra el Betis, que espera tranquilamente sentado a que pase por su puerta el cadáver de su enemigo”.

12

(Continuará)

 

Fotos de ABC Hemeroteca ABC. Por orden de colocación

1.- Saludo de capitanes, Zamora y Chirri, en Chamartín. Comienza la eliminatoria.

2.- Tres defensas bilbaínos disputan a un delantero blanco un centro al área.

3.- Olivares y Samitier tratan de rematar un balón que despeja Ispizúa.

4.- Zamora ve como el balón rematado por Bata llega a la red.

5.- El Madrid salta al campo de  San Mamés encabezado por Zamora.

6.- Un momento de la batalla de San Mamés

7.- Caricatura de Hilario Marrero. Autor del gol del Madrid en San Mamés.

8.- Zamora no consigue despejar el balón. El Ath. se adelanta 2-0 en Sarriá.

9.-  Los Guardias de Asalto tienen que intervenir después del gol anulado al Madrid, que hubiera significado el empate.

10.- Hilario, autor de los dos goles blancos en Sarriá, se adelanta a un defensa vasco.

11.- Los equipos antes de comenzar la prórroga en el tercer partido.

12.- La portada de ABC da cuenta del tercer empate en la eliminatoria. Cilaurren despeja el balón, Ispizúa lo bloca y Samitier, en el suelo, se queja de un derribo.

 

Arbeloa

Ilustración Arbeloa web

En el ecosistema del fútbol español, cualquier referencia a la batalla está prohibida. No es posible la frontalidad, ni la ambición sin ataduras ni máscaras. No es posible mirar de frente al enemigo, ir a por él, cazarlo y exhibir la pieza ante los tuyos. Hay que fingir, dar un rodeo, y llegar al mismo barro en el que siempre ha estado el juego, cargado con una mochila repleta de valores, rondos interminables e hipocresía. Cuando veo jugar a Álvaro Arbeloa: duro, seco, ajeno al hilo musical antimadridista, trazando una línea con la mirada: allá estáis vosotros, aquí nosotros y vamos a devolver cada golpe; me digo: no es posible que resista una temporada más. Pero ahí está y parece que desde siempre. Guardián de la banda, incordiando al mejor de los rivales hasta la desesperación, creciéndose en el castigo, no errando, corrigiendo la locura de sus compañeros y castigando al que se lo merece. Defendiendo sin más piedad que la que exige el reglamento. Juntando las piezas del equipo, en un club que tiende a bracear a mar abierto. Con la grandeza para ir arañando los títulos que otros traerán al cesto. Secó a Robben, dejó sin voz a Messi, zarandeó a Villa junto a Ramos –aquella vez en la que el asturiano fingió ser alcanzado por un francotirador- , no permite la tomadura del pelo del rondo en sus dominios, y acogota al jugador rival hasta dejarlo sin espacio e imponerle su gravedad. Su ley. Y ahí es donde empieza el eterno contraataque de este Madrid. En la presión del mejor soldado de la Guardia Real.

Para el parque infantil que es nuestro fútbol español, son demasiados pecados, y la prensa patriótica lo odia. Ellos quieren un Madrid operado todos los días a corazón abierto, desmantelado, ridiculizado, con síndrome de Estocolmo y convertido en un tour bien fotografiado con colmillos de plástico y un hacha de juguete. El viejo arsenal furioso, eso sí, en nuestra grandiosa mitología, bien empaquetada en las promociones del Marca y el As. Aquellos eran indomables y bien que lo celebran en los media, pero los de ahora, que sean animales de compañía, dóciles, y buenos compañeros de selección y de mantel. O eso, o la expulsión del paraíso. El limbo, el sitio donde yace Arbeloa riéndose de los pobres de espíritu. Fue nombrado anticatalán del mes por no pedir perdón a los ositos gummy de la masía. Defiende a su entrenador (¡qué osadía!) con templanza y con razones indiscutibles. Dicen que tira patadas por detrás, pero pocos jugadores hay más frontales y honestos en su juego. Y lo dicen unos señores emboscados tras los micros que no buscan respuesta, sino imponer su relato al jugador. Unos señores obsesionados con quitarle la palabra al futbolista español, ellos, que tanto dicen quererle. Pero no hacen mella; otros han caído, Arbeloa no.

La música del Real, cuando es tersa y despiadada, viene de algo antiguo, previo al fútbol. Al otro lado, donde están construyendo la catedral, todavía es descampado y unos chavales juegan entre las piedras. Mañana serán ruinas y los otros, mintiendo en nombre del Madrid, se llevarán las piedras. Querrán destruir el mito inaccesible para alimentar las barbacoas de la clase media. Pero los chicos seguirán. Fuera de la zona de confort, estrellando la pelota contra el muro. Llamando a las puertas. Muy pocos llegarán, apenas ninguno, y deben tener algo que a los demás se les escapa. Preguntada la grada oscura del Bernabéu contesta lacónica: lo de Arbeloa. Eso es. Juega sin mirar atrás, tiene la alegría salvaje en la victoria y el gesto triste de animal cautivo- pero no vencido- en la derrota. Le dicen de mirada altiva, y no hay duda, eso es un rastro del reino antiguo que lleva dentro. Es de la estirpe indesmayable, el escudo tatuado en la ingle, una crueldad hermosa: Álvaro Arbeloa; uno de los nuestros, un jugador del Real Madrid.

El equipo sin alma (I)

Desde 1917 el Madrid no ganaba el Campeonato de España. Diecisiete años a la sombra del Club más poderoso, el Athletic Club de Bilbao, campeón las cuatro últimas ediciones, en dos de cuyas finales, ambas celebradas en el Estadio de Montjuic, había ganado al Madrid por la mínima.

Tras la final de 1930, resuelta 3-2 con un gol del vasco Lafuente en el minuto 115, la prensa vasca había acusado a los madridistas de comportarse con violencia extrema, aunque de los dos expulsados uno lo había sido a cada equipo. A la final de 1933, que el Athletic ganó 2-1 superando la inicial ventaja madridista, acudió el Madrid con un equipo completamente renovado. Sólo Lazcano, delantero y autor del gol madridista, había formado parte del equipo que disputó la final de 1930, en la que también marcó para el Real un tanto que, a la postre, no sirvió de nada.

11En el nuevo equipo del Madrid, junto al portero Ricardo Zamora, fichado en 1930 al Deportivo Español por 150.000 pesetas (valor casi equivalente al coste de la construcción del Campo de Can Rabía, en la carretera de Sarriá) brillaban los jugadores vascos, principal cantera del fútbol español. La inexpugnable defensa que ascendió al Alavés a primera división en 1930, fue fichada en bloque por el Madrid al año siguiente, donde destacaban el eibarrense Ciriaco y el baracaldés Quincoces. Hormigón del norte para escoltar al divino Zamora, sin duda, el trío defensivo más sólido jamás visto en el fútbol español. Santiago Bernabéu, delegado futbolístico del Club en aquella época, había promovido su fichaje en ejecución de una política, impulsada por Pablo Hernández Coronado desde la Secretaría Técnica, que superando visiones estrechas y castizas marcaría en adelante la filosofía y la esencia del Madrid ganador: Contar con los mejores en nuestras filas, sin importarnos el azar del lugar donde nacieron. “¿Y por qué de su región, y no de su provincia, o de su pueblo, o de su barrio? -escribiría Coronado mucho tiempo después, ya en la época de Di Stéfano, Kopa y Rial, ironizando tanto sobre el Athletic como sobre los aficionados que criticaban al Club por traer jugadores extranjeros- Con los jugadores extranjeros pasa lo propio. ¿Y por qué no? Cuando en el campo me arrebata una jugada ligada o un remate fulminante, no espero para entusiasmarme a que me llegue el recuerdo de la partida de nacimiento de los ejecutantes, aunque algún memo de esos que se creen los monopolizadores del patriotismo diga que a mí me falta”.

12Ese mismo año, coincidiendo con la proclamación de la República, el Madrid fichó a Olivares, delantero del Alavés, y a Luis Regueiro. Buen goleador pese a ocupar la posición del interior derecho, el irundarra contaba 23 años, la misma edad que tendría, cuando fue fichado al año siguiente, su hermano Pedro, que jugaba en la misma posición que hoy ocupa su paisano Xabi Alonso. Ambos hermanos jugaban en la Real Unión Club de Irún, uno de los más laureados equipos de la época, Campeón de España en 1918, 1924 y 1927. Allí habían coincidido con quien fue la primera gran figura de los de O’Donnell, el gran René Petit, que tras ayudar al Madrid a ganar el último campeonato de España que guardaba en sus vitrinas, había hecho el camino contrario al que, simbolizando el cambio de paradigma en el fútbol, hacían ahora los Regueiro.

13La nueva política del Madrid, que previamente había defendido la profesionalización del fútbol frente al amateurismo marrón que aplicaba el Barcelona con su tradicional hipocresía, y había sido un impulsor decisivo para la creación del campeonato de Liga, venciendo la inicial resistencia del conjunto catalán, opuesto a otro campeonato nacional, había provocado gran irritación en las dos regiones hegemónicas del fútbol nacional: Cataluña y el País Vasco.

Para un Barcelona en horas bajas, el Madrid representaba el enemigo exterior al que achacar la culpa de los propios fracasos, debidos a su incapacidad de adaptación a la evolución del fútbol como espectáculo de masas, que el Madrid había anticipado con acierto. El Barcelona se lo iba a hacer pagar años después, en 1936, cuando el fútbol dejara paso a la masacre como espectáculo favorito de los españoles, vetando la participación del Madrid en el campeonato catalán, que estaba a salvo de la contienda, a pesar de la conformidad del resto de los clubes de la Federación Catalana.

El Madrid era el enemigo jurado ancestral para el Athletic Club. Los bilbaínos reivindicaban una especie de derecho de pernada sobre los jugadores nacidos en Euskadi, y consideraban un atraco la política de fichajes de los blancos, que a la sazón jugaban en Chamartín de la Rosa, un pueblecito lindante con Madrid. El Athletic había llevado el enfrentamiento a la Asamblea de la Federación, donde su representante protestó airado, “Los jugadores los producimos nosotros y no es justo que nadie se los quiera llevar”, sin conseguir otra cosa que sufrir la respuesta mordaz de Hernández Coronado: “En cambio nos tenemos que llevar vuestro hierro aunque no queramos. Además, ¿No vais vosotros a los toros, a pesar de no producir toreros?”. Aunque ambos equipos estaban soportados por campos equivalentes de casi 18.000 localidades, claramente superadas por las 25.000 del campo del Barcelona, el Madrid era descalificado como el club del poder, el que recibía el apoyo oculto de los sucesivos gobiernos, el de los ricos, “el equipo del millón”, un club sin espíritu ni identidad, nacido de una ciudad de vagos, capitalistas y cortesanos, que, robando a los vascos sus propios recursos, se había apuntado el triunfo en las Ligas del 32 y el 33. A pesar de lo limitado de los medios de comunicación de masas de la época, la propaganda contraria debía haber hecho mella, pues tanto el Presidente Usera como Hernández Coronado señalaban lo paradójico de que mientras los equipos de fuera hacían sus mejores taquillas -y no había otra fuente de ingresos- con la visita del Madrid, por todas partes se le dispensaran los recibimientos más hostiles.

Los enfrentamientos tanto deportivos como extradeportivos, habían elevado al Madrid y al Athletic Club a la categoría de máximos rivales del fútbol español. Terminada una Liga de diez equipos, ganada por los vascos en la última jornada con dos puntos sobre el Madrid; y disputados los campeonatos regionales de los que se obtenía la clasificación para el Campeonato de España, los máximos rivales se dispusieron, una vez más, a resolver en la Copa la cuestión de la hegemonía del fútbol español.

Era el año 1934, y el Campeonato de España transcurría por fechas más tempranas que las habituales con motivo de disputarse durante el mes de junio la Copa Mundial de Selecciones en Italia. Como respectivos campeones regionales, el Madrid y el Athletic Club estaban excluidos de la eliminatoria de dieciseisavos. En la eliminatoria de octavos el Madrid eliminó con un rotundo 8-1 a un Ath. Osasuna que venía de apear por 3-1 al Athletic de Madrid. A su vez, el Athletic Club despachó al Zaragoza por un demoledor 10-2. Así, cuando, para fortuna de los restantes equipos, el sorteo de cuartos de final enfrentó al Madrid y el Athletic, todo el mundo consideró aquel duelo como la auténtica final anticipada.

(Continuará)