Comunicado Nº 8 – 13.3.2013

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En el punto sexto de nuestro Comunicado n° 5 de 27.12.2012 llamamos al Club, como prioridad inaplazable, a disponer de unos medios propios con una línea editorial definida. En el Comunicado nº 6 de 9.2.2013 también hicimos un llamamiento urgente a intensificar el proceso de convertir Real Madrid TV en canal en abierto. Resulta inaplazable que, velando por sus propios intereses corporativos, el Club adopte la decisión y ejecute las acciones necesarias para llevar su auténtica voz a la afición madridista de todas partes del mundo, sin otros intermediarios mediáticos que la distorsionen o incluso la falseen.

Recientemente, desde una web de peticiones de Internet, un madridista ha iniciado una petición colectiva al Presidente del Club para que Real Madrid Televisión emita en abierto. En Primavera Blanca hemos debatido si dicha iniciativa debe ser respaldada por nuestra Asociación. Consideramos que promueve una pretensión útil y necesaria, pero no podemos estar de acuerdo, sin embargo, en las razones que esgrime para justificar la petición, ni tampoco el formato elegido nos parece el medio más idóneo para que los madridistas se dirijan al Club. Por ese motivo no podemos llamar a suscribirla, sin perjuicio de que, lógicamente, cada madridista actúe como entienda oportuno.

Sin embargo, una vez puesta por ese madridista la cuestión sobre el tapete, en nuestra condición de organización de socios del Real Madrid, C.F. y madridistas con el objetivo estatutario de “difundir la universalidad del madridismo como sentimiento de pertenencia al Real Madrid C.F., vertebrando a quienes lo comparten a través de las actividades y servicios de la asociación”, no podemos abstenernos. Hemos decidido que la mejor forma de poner en valor una iniciativa justa que no podemos apoyar es promover desde Primavera Blanca nuestra propia petición colectiva dirigida a la Junta Directiva del Club apremiándolo a que Real Madrid TV emita en abierto, a fin de que el madridismo universal tenga acceso a este medio de comunicación.

La relevancia institucional de nuestro Club debe estar a la altura de su relevancia social y de su incomparable palmarés; y el hecho de que Real Madrid Televisión no pueda llevar a todos los madridistas las ideas y los proyectos que se desarrollan por el Club, por causa de emitir dentro de una plataforma de pago, no está a la altura de esa aspiración.

En consecuencia, Primavera Blanca llama a todos y cada de sus socios a suscribir en el Foro “Querido Real Madrid:” de su página web (www.primaverablanca.com) la carta a la Junta Directiva relativa a la petición de que las emisiones de Real Madrid TV se hagan accesibles a todos los madridistas por la doble vía de la emisión en abierto y de la puesta a disposición de los contenidos en Internet para que sean descargados a demanda.

Llamamos, además, a los socios de Primavera Blanca a contribuir a la difusión a este comunicado.

Khedira

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Los triunfos recientes de la selección española de fútbol han propiciado un curioso fenómeno: el futbolista es, prácticamente, el único español que puede triunfar sin ser odiado de forma mayoritaria. Siempre que cumpla escrupulosamente el manual de las buenas costumbres y se quede quietecito para salir bien en la foto. El éxito de un puñado de excelentes jugadores -las victorias españolas han sido eminentemente corales-, tras pasar por el ingenio simplificador de la prensa deportiva patria, ha mutado en una consigna alienante y repetitiva, que dirían en la secta de los movimientarios de ‘Los Simpson’: “futbolista español bueno, futbolista extranjero malo”.

Porque el futbolista español es bueno y además buena persona. Da consejos fáciles de entender (Xavi y el anti-fútbol) y, como aquellos tigres y leones de Torrebruno sabe que lo importante es participar, siendo ganar un atributo del buen juego al que llega por decantación, a ser posible ideológica. Hay cosas más importantes que la victoria -dijo Iniesta- aunque en el Madrid no las conocemos. Y el futbolista español además de buena persona, sabio y entregado a la causa del pase, para ser querido, debe ser bajito. Quizás sea una nostalgia de la posguerra, o quizás en España, sólo sea posible admirar al que provoca ternura a la chica, al que no es una amenaza.

Sami Khedira llegó a España sin más pedigrí que jugar en la selección alemana y ser el mejor jugador del Stuttgart. Tuvo un precio ajustado -10 millones- lo que le provocó la inmediata antipatía de los plumillas, incapacitados para sobreactuar su indignación como siempre que el Madrid acomete algún horrible dispendio a costa del hospital de huérfanos y las cajas de ahorros y montes de piedad. Además Sami era alto, fuerte, intenso y –provocación máxima- jugaba de mediocentro defensivo. Una posición satanizada en el Madrid desde tiempos de San Ignacio de Loyola, que ya clamaba desde el púlpito contra los extranjeros y las medidas defensivas inaceptables en un club con nuestra historia. Para más inri, el gigante alemán venía entrelazado con una preciosa rubia germánica, muy alejada de las novias aquellas de la quinta o los chicos de la Masía- discretas y amigas de sus labores- y tan cercana al monumento asombroso que fue Adriana, la hechizada por Karembeu. Karembeu, ídolo pasmado adorado por la bancada madridista menos prejuiciosa y ninguneado por los chicos del Txistu. Y en el Madrid la historia se repite y siempre como farsa.

Khedira, además de su vergonzante condición de extranjero, tiene la tara inadmisible de no ser un virtuoso con el balón en los pies. Porque en España, donde es asignatura troncal de Periodismo mirar por encima del hombro a las cuatro Copas del Mundo de Italia o a las tres de Alemania, impera una concepción del fútbol muy determinada y barroca, y se excluyen todas las demás.

Khedira, centrocampista titular del Real Madrid y de la selección alemana, es un excelente jugador de fútbol. Aquel jugador de ida y vuelta por el que suspiró Mou en sus primeros días en el Madrid. Siempre, como jugador madridista, el alemán ha sido una de las piezas más fiables y regulares del equipo de Mourinho. Guardia pretoriana, núcleo duro: uno de los que nunca fallan. Lo llamamos escolta de Xabi Alonso pero Sami tiene entidad propia como futbolista: Khedira es un solucionador de problemas y una brutal fuerza dinamizadora. Un ejemplo de libro de por qué en el fútbol es tan importante manejar el espacio como manejar el balón. Khedira es un manual táctico que siempre aparece en la posición adecuada, ya sea para dar un apoyo fácil a un compañero, para cubrir la salida del lateral, para ayudar a los centrales, para ganar rechaces en área contraria, para dominar los balones aéreos, para encimar al rival y no dejar que se gire. Es un pulpo acaparador de balones, pero además de eso es una dinamo en perpetuo movimiento, pesadilla para el rival que corre hacia el marco merengue y hermano de sangre en cualquier contraataque, siempre presente, devolviéndote la pelota en mejores circunstancias en las que él la recibió.

Khedira fue andamio al principio, sostenedor y socio ideal siempre, y es ahora mismo cosa cercana a un centrocampista total con voluntad de equipo por encima de todo. Sin necesidad de sobreactuarlo en la prensa, se deja retazos de la camiseta en cada embestida (gloriosos partidos contra el Barça en los que los infantes saltaban por los aires al contacto con nuestro grandullón) y sólo falto quizás del último gesto técnico que le permitiría engordar su cuenta de goles. Antaño le acribillaban en la previa –gran fortaleza física sin técnica ni imaginación, decían- clamando por el centrocampista exquisito y lánguido que le diera un cielo al Madrid, que parece que nunca termina de ganárselo. Con línea directa con San Ignacio, Santiago Segurola -relator oficial del Real- le exige a nuestros centrocampistas virtudes teologales que nadie cumple desde Guti. Españolidad, exquisitez, genio, desprecio al esfuerzo y sometimiento al pase. De Khedira siempre dijo que era un jugador invisible, de esos que sólo gustan a los entrenadores tácticos y a los periodistas pelotas, y como mucho dirá de él que tiene oficio. Para el Madrid, adjetivo menor y condescendiente. Formas españolas del ninguneo como antesala del insulto. Cierta mueca de desprecio al hablar del germano le delata como cristiano viejo. Le concede, eso sí, que es un hombretón que se esfuerza mucho. Y sin dilación, pasa a otro tema que lo táctico le aburre a este hombre sublime.

Khedira, que está hecho de fibra de carbono, juega y calla. Somete al espacio y siega la hierba bajo los pies del enemigo. Se desliza en todas direcciones ganando todos los pequeños duelos. Es el mejor de los jugadores intrahistóricos. La coda necesaria en un equipo fulminante. El jugador silencioso del que nadie habla ya en la previa. Y la razón es que con él, ganamos. Aunque digan que la victoria no es lo más importante. Pues bien, que nos la dejen a nosotros. Pero que no nos quiten a Sami. Khedira, una rubia, y ganar. Fútbol es fácil.

El Equipo sin alma (II)

El Equipo sin alma (II)

 

El martes 10 de abril –los lunes no se publicaban diarios-  JUAN DEPORTISTA, cronista de ABC, calificaba al Madrid de “El equipo sin alma” en su relato del primer encuentro de la eliminatoria disputado el domingo en Chamartína este Madrid que reúne tantos excelentes futbolistas y carece , sin embargo, de ese espíritu de grupo, de la llama entusiasta que prende en un hombre y, contagiándose a todos, se ofrece en llamarada ardiente, que gana terreno contrario o se eleva  en una defensiva unánime y ardiente”

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¿Mal equipo el Madrid? No. –continuaba la crónica- ¿Conjunto capaz de superarse hasta alcanzar méritos de heroicidades? Tampoco. El Madrid se puede representar llanamente como la aglutinación de los futbolistas que destacaron en los más importantes Clubs de la Península. Contacto y proximidad, sin fusión. Proximidad que obliga a cumplir un deber, pero sin ese entusiasmo del que el Athletic ofrece el más acusado ejemplo. El Athletic tendrá menos equipo probablemente que el Madrid; pero el conjunto tiene alma. La que le falta al once de la capital, que por eso no es conjunto sino individualidades”  

 

Terminada la primera confrontación las sombras se cernían sobre el pronóstico de la eliminatoria. Este Madrid que el domingo no había sido capaz de batir al Athletic, a pesar de ganar en Liga por 3-0 en Chamartín había salido goleado de  San Mamés (5-1). Y como si no fuera bastante para justificar sobradamente el pesimismo que se había instalado en la afición, al dato del factor campo se sumaba el mal partido jugado por los blancos. Decididamente el partido no fue de seis pesetas, pero habrá que reconocer que la semana pasada lo parecía, había sido uno de los ácidos comentarios de la prensa, traduciendo la decepción de los espectadores.

 

Hasta bien avanzada la segunda parte, el equipo blanco -compuesto por Zamora; Ciriaco, Quincoces; Pedro Regueiro, Valle, León; Lazcano, Luis Regueiro, Olivares, Samitier y Eugenio– no había sido capaz de igualar el gol con el que, a la media hora de juego, Agustín Sauto Arana “Bata” había puesto en ventaja a los de Bilbao, al enviar a la red un balón que Lafuente, a pase de Gorostiza, había rematado al palo derecho de Zamora.

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Por fin, en el minuto 65, Olivares consiguió el gol del empate, al empujar a la red, en mitad de un barullo en el área athlética, un remate de Lazcano que también había rechazado el poste. Si hemos de creer a nuestro amigo Juan Deportista, el resto del partido, el Madrid, a pesar de dominar, fue blando. La media estuvo desvencijada, Olivares a la deriva, Luis Regueiro preocupado por los que le chillaban de la tribuna y Samitier, fallón, desperdició tres claras ocasiones de gol, aunque, con ánimo de criticar al resto de la delantera blanca, el cronista de ABC nos asegura que era el único delantero del Madrid que podía fallar los ‘goals’ porque sólo Samitier llegaba al sitio donde se fallan los tantos.

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La crónica únicamente salva del fracaso al trío defensivo, segurísimo, y a Pedro Regueiro del que nos dirá que hizo su más brillante encuentro. No extraña, pues, que Juan Deportista titulara su crónica “CON EL RESULTADO DEL PARTIDO ENTRE MADRIDISTAS Y ATHLETICOS LOS BILBAINOS TIENEN LAS MAYORES PROBABILIDADES DE GANAR LA ELIMINATORIA”.

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Así estaban las cosas cuando a las cuatro de la tarde del domingo 15 de abril, athléticos y madridistas saltaron al césped de un San Mamés que había “registrado la entrada de la temporada y de muchas temporadas, batiéndose de largo el record de taquilla con 82.000 pesetas”. En la línea media, Bonet había sustituido a Valle, que acabó el primer encuentro lesionado, jugando en el extremo izquierdo, pero el entrenador, Paco Brú, dispuso además varios cambios en la delantera del domingo anterior, y así Hilario Marrero y Emilín ocuparían los lugares de Lazcano y Olivares desplazando a Eugenio a  la banda derecha.

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Jugó el Madrid un excelente partido, sobre todo un gran primer tiempo. A los diez minutos abrió el marcador Hilario Marrero con un potente disparo desde fuera del área que el meta vasco Ispizúa, no fue capaz de detener. Un remate de Eugenio al larguero, a pase de Samitier, será la otra oportunidad más destacada del Madrid a lo largo de un primer tiempo completamente dominado por los blancos. En el segundo tiempo el Athletic avanza sus líneas y obliga a intervenir a Zamora en numerosas ocasiones. De una de ellas, a tiro de Gorostiza, afirma la crónica que “de haber estado en la puerta otro meta que no fuera Zamora el ‘goal’ hubiera sido inevitable” .

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Sin embargo el impulso del Athletic fue disminuyendo según transcurría el segundo tiempo y el Madrid daba la impresión de tener perfectamente controlada la situación. “El partido parece ya decidido. Los bilbaínos dan por descontado el triunfo del Madrid. Pero cuando menos se esperaba, Muguerza, seguramente en una corazonada, tira hacia el marco de Zamora que, en forma incomprensible, deja que la pelota entre en la red. En cualquier otra ocasión Zamora hubiera detenido ese tiro, pero cuando más falta hacía que lo parase, porque en él iba el empate del Athletic, no estuvo a la altura de su fama”. Faltaban dos minutos para que se cumpliera el noventa.

 

El Madrid no ha estado nunca más cerca del título de campeón que en la tarde de ayer, pues tuvo completamente vencido al Athletic resumirá al día siguiente AÑALA. La misma tarde del desgraciado empate que obligaba al Madrid a continuar peleando la más dura eliminatoria, habían quedado eliminados los dos clubes catalanes, el Español, cuya victoria por 5-3 frente al Oviedo en Casa Rabía no bastó para dar la vuelta al 5-2 que los asturianos traían de Buenavista, y el Barcelona, cuyo juego calificaron las crónicas de pobre y sucio, que al empatar a dos goles en el campo de El Progreso no superó el solitario gol del Betis en Las Corts. Con 3-0 en Mestalla, el Valencia apeó de la copa al Hércules (4-2) en una eliminatoria marcada por la violencia con que se emplearon los alicantinos. No cuesta imaginar el sabor de boca que, habiéndose visto clasificados, llevarían ahora los madridistas en el tren expreso nocturno que les devolvía a Madrid.

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Cuando el martes, camino ahora de Barcelona, volvió a tomar el tren nocturno, el Madrid ya conocía el resultado del sorteo de semifinales celebrado en la Federación. Emparejados Valencia y Oviedo, el Betis debería esperar para conocer su rival al resultado de ese desempate entre el Madrid y el Athletic Club que se celebraría el miércoles en el campo de la Carretera de Sarriá, que acudía a disputar el mismo equipo del segundo partido con las excepciones de Leoncito y Emilín que se quedaron en Madrid, entrando en la línea media Gurruchaga y volviendo Lazcano al exterior izquierdo.

 

Can Rabia presentaba un lleno absoluto –los reportajes gráficos nos muestran espectadores encaramados en los anuncios publicitarios- cuando a la cuatro de la tarde saltaron los equipos al terreno de juego. Los jugadores blancos, cantan las crónicas, actuaron con gran coraje, pero ello no fue suficiente para impedir que a los siete minutos Lafuente a pase de Gorostiza, batiera a Zamora. Flojeaba el centro del campo y la delantera del Madrid no estaba demasiado afortunada, y antes de la media hora el Athletic, esta vez por medio de Bata, que remata un gran centro de Lafuente, conseguirá el segundo gol, recibido con gran ovación por el público que abarrotaba Sarriá.

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Los madrileños, sin embargo, no se vienen abajo. El juego se endurece y llega un momento en que la delantera blanca domina completamente el campo rojiblanco. La presión del Madrid es cada vez más agobiante pero las oportunidades de Lazcano no se traducen en goles y “momentos antes del final del primer tiempo es Eugenio, que ha intercambiado su posición con Lazcano, el que falla inopinadamente ante Ispizúa.

 

En el segundo tiempo el Madrid incrementa su presión. A los siete minutos, Hilario, que está haciendo un gran partido, consigue el primer gol del Madrid al rematar solo ante puerta un gran pase de Luis Regueiro al que había enviado el balón su hermano Pedro. “Son las 5,10 de la tarde”, señala el momento la crónica de ORS. Poco después es Luis Regueiro el que rematando de cabeza un córner botado sobre el área del Athletic, marca el segundo, pero el árbitro lo anula. “Se produce un escándalo enorme y las fuerzas de asalto tienen que echarse al campo para impedir agresiones. El público durante largos minutos reclama el gol del Madrid, pero el juego se reanuda sin que el árbitro, Steimborn, modifique su decisión”. Ha sido una injusticia tan notoria que “cada vez que el árbitro se acerca a las márgenes del terreno  es abucheado insistentemente” por el público de Sarriá.

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El arbitraje parcial no consigue que el Madrid se venga abajo, al contrario. Los blancos redoblan su presión realizando un juego magnífico que termina por poner completamente de su parte a un público catalán que, en todos los enfrentamientos anteriores, había sido ferviente partidario del Athletic. A tal punto había llegado la parcialidad del público catalán durante la final del 33 que el Madrid consiguió que se derogara al acuerdo federativo por el que las finales entre el Athletic y el Madrid se celebraban en Barcelona. Por cierto que, al empatar en Bilbao, el Madrid había tratado de que la decisión se aplicara analógicamente a este partido de desempate, sin ningún éxito como puede verse.

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Por fin, cuando faltaba un cuarto de hora para el final del partido, Bonet corta un avance del Athletic y pasa a Luis Regueiro que le pone el balón a Hilario que, a gran velocidad, remata a cuatro metros de la puerta logrando el gol del empate. El marcador no se mueve ya hasta el minuto noventa y el empate obliga a disputar una prórroga de treinta minutos, durante la que los dos equipos dan síntomas de agotamiento, pero el Madrid, sacando fuerzas de flaqueza, pone en asedio la puerta del Athletic durante la segunda parte, sin conseguir deshacer el empate, resultado que obliga a disputar un nuevo partido para resolver la eliminatoria.

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Mientras centenares de socios del Madrid, que han escuchado la narración de los ‘speakers’ de la radio, enardecidos por una remontada épica a expensas de un arbitraje injusto, envían telegramas de felicitación al equipo, Santiago Bernabéu, delegado de fútbol, se pone al habla con los directivos en Madrid para gestionar el envío de los refuerzos que pueden ser necesarios para el cuarto partido.

 

Cuando por la mañana aparezca en ABC de Madrid la crónica del partido, Olivares y Emilín, que han viajado durante toda la noche, estarán en Cataluña. Quizás Blázquez y Leoncito, mientras viajan en el Rápido de Barcelona, estén leyendo “Mañana viernes el Athletic de Bilbao y el Madrid continuarán la batalla. El partido se jugará en Casa Rabía y esperamos que al fin se decida qué equipo deberá jugar el domingo próximo contra el Betis, que espera tranquilamente sentado a que pase por su puerta el cadáver de su enemigo”.

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(Continuará)

 

Fotos de ABC Hemeroteca ABC. Por orden de colocación

1.- Saludo de capitanes, Zamora y Chirri, en Chamartín. Comienza la eliminatoria.

2.- Tres defensas bilbaínos disputan a un delantero blanco un centro al área.

3.- Olivares y Samitier tratan de rematar un balón que despeja Ispizúa.

4.- Zamora ve como el balón rematado por Bata llega a la red.

5.- El Madrid salta al campo de  San Mamés encabezado por Zamora.

6.- Un momento de la batalla de San Mamés

7.- Caricatura de Hilario Marrero. Autor del gol del Madrid en San Mamés.

8.- Zamora no consigue despejar el balón. El Ath. se adelanta 2-0 en Sarriá.

9.-  Los Guardias de Asalto tienen que intervenir después del gol anulado al Madrid, que hubiera significado el empate.

10.- Hilario, autor de los dos goles blancos en Sarriá, se adelanta a un defensa vasco.

11.- Los equipos antes de comenzar la prórroga en el tercer partido.

12.- La portada de ABC da cuenta del tercer empate en la eliminatoria. Cilaurren despeja el balón, Ispizúa lo bloca y Samitier, en el suelo, se queja de un derribo.

 

Arbeloa

Ilustración Arbeloa web

En el ecosistema del fútbol español, cualquier referencia a la batalla está prohibida. No es posible la frontalidad, ni la ambición sin ataduras ni máscaras. No es posible mirar de frente al enemigo, ir a por él, cazarlo y exhibir la pieza ante los tuyos. Hay que fingir, dar un rodeo, y llegar al mismo barro en el que siempre ha estado el juego, cargado con una mochila repleta de valores, rondos interminables e hipocresía. Cuando veo jugar a Álvaro Arbeloa: duro, seco, ajeno al hilo musical antimadridista, trazando una línea con la mirada: allá estáis vosotros, aquí nosotros y vamos a devolver cada golpe; me digo: no es posible que resista una temporada más. Pero ahí está y parece que desde siempre. Guardián de la banda, incordiando al mejor de los rivales hasta la desesperación, creciéndose en el castigo, no errando, corrigiendo la locura de sus compañeros y castigando al que se lo merece. Defendiendo sin más piedad que la que exige el reglamento. Juntando las piezas del equipo, en un club que tiende a bracear a mar abierto. Con la grandeza para ir arañando los títulos que otros traerán al cesto. Secó a Robben, dejó sin voz a Messi, zarandeó a Villa junto a Ramos –aquella vez en la que el asturiano fingió ser alcanzado por un francotirador- , no permite la tomadura del pelo del rondo en sus dominios, y acogota al jugador rival hasta dejarlo sin espacio e imponerle su gravedad. Su ley. Y ahí es donde empieza el eterno contraataque de este Madrid. En la presión del mejor soldado de la Guardia Real.

Para el parque infantil que es nuestro fútbol español, son demasiados pecados, y la prensa patriótica lo odia. Ellos quieren un Madrid operado todos los días a corazón abierto, desmantelado, ridiculizado, con síndrome de Estocolmo y convertido en un tour bien fotografiado con colmillos de plástico y un hacha de juguete. El viejo arsenal furioso, eso sí, en nuestra grandiosa mitología, bien empaquetada en las promociones del Marca y el As. Aquellos eran indomables y bien que lo celebran en los media, pero los de ahora, que sean animales de compañía, dóciles, y buenos compañeros de selección y de mantel. O eso, o la expulsión del paraíso. El limbo, el sitio donde yace Arbeloa riéndose de los pobres de espíritu. Fue nombrado anticatalán del mes por no pedir perdón a los ositos gummy de la masía. Defiende a su entrenador (¡qué osadía!) con templanza y con razones indiscutibles. Dicen que tira patadas por detrás, pero pocos jugadores hay más frontales y honestos en su juego. Y lo dicen unos señores emboscados tras los micros que no buscan respuesta, sino imponer su relato al jugador. Unos señores obsesionados con quitarle la palabra al futbolista español, ellos, que tanto dicen quererle. Pero no hacen mella; otros han caído, Arbeloa no.

La música del Real, cuando es tersa y despiadada, viene de algo antiguo, previo al fútbol. Al otro lado, donde están construyendo la catedral, todavía es descampado y unos chavales juegan entre las piedras. Mañana serán ruinas y los otros, mintiendo en nombre del Madrid, se llevarán las piedras. Querrán destruir el mito inaccesible para alimentar las barbacoas de la clase media. Pero los chicos seguirán. Fuera de la zona de confort, estrellando la pelota contra el muro. Llamando a las puertas. Muy pocos llegarán, apenas ninguno, y deben tener algo que a los demás se les escapa. Preguntada la grada oscura del Bernabéu contesta lacónica: lo de Arbeloa. Eso es. Juega sin mirar atrás, tiene la alegría salvaje en la victoria y el gesto triste de animal cautivo- pero no vencido- en la derrota. Le dicen de mirada altiva, y no hay duda, eso es un rastro del reino antiguo que lleva dentro. Es de la estirpe indesmayable, el escudo tatuado en la ingle, una crueldad hermosa: Álvaro Arbeloa; uno de los nuestros, un jugador del Real Madrid.

El equipo sin alma (I)

Desde 1917 el Madrid no ganaba el Campeonato de España. Diecisiete años a la sombra del Club más poderoso, el Athletic Club de Bilbao, campeón las cuatro últimas ediciones, en dos de cuyas finales, ambas celebradas en el Estadio de Montjuic, había ganado al Madrid por la mínima.

Tras la final de 1930, resuelta 3-2 con un gol del vasco Lafuente en el minuto 115, la prensa vasca había acusado a los madridistas de comportarse con violencia extrema, aunque de los dos expulsados uno lo había sido a cada equipo. A la final de 1933, que el Athletic ganó 2-1 superando la inicial ventaja madridista, acudió el Madrid con un equipo completamente renovado. Sólo Lazcano, delantero y autor del gol madridista, había formado parte del equipo que disputó la final de 1930, en la que también marcó para el Real un tanto que, a la postre, no sirvió de nada.

11En el nuevo equipo del Madrid, junto al portero Ricardo Zamora, fichado en 1930 al Deportivo Español por 150.000 pesetas (valor casi equivalente al coste de la construcción del Campo de Can Rabía, en la carretera de Sarriá) brillaban los jugadores vascos, principal cantera del fútbol español. La inexpugnable defensa que ascendió al Alavés a primera división en 1930, fue fichada en bloque por el Madrid al año siguiente, donde destacaban el eibarrense Ciriaco y el baracaldés Quincoces. Hormigón del norte para escoltar al divino Zamora, sin duda, el trío defensivo más sólido jamás visto en el fútbol español. Santiago Bernabéu, delegado futbolístico del Club en aquella época, había promovido su fichaje en ejecución de una política, impulsada por Pablo Hernández Coronado desde la Secretaría Técnica, que superando visiones estrechas y castizas marcaría en adelante la filosofía y la esencia del Madrid ganador: Contar con los mejores en nuestras filas, sin importarnos el azar del lugar donde nacieron. “¿Y por qué de su región, y no de su provincia, o de su pueblo, o de su barrio? -escribiría Coronado mucho tiempo después, ya en la época de Di Stéfano, Kopa y Rial, ironizando tanto sobre el Athletic como sobre los aficionados que criticaban al Club por traer jugadores extranjeros- Con los jugadores extranjeros pasa lo propio. ¿Y por qué no? Cuando en el campo me arrebata una jugada ligada o un remate fulminante, no espero para entusiasmarme a que me llegue el recuerdo de la partida de nacimiento de los ejecutantes, aunque algún memo de esos que se creen los monopolizadores del patriotismo diga que a mí me falta”.

12Ese mismo año, coincidiendo con la proclamación de la República, el Madrid fichó a Olivares, delantero del Alavés, y a Luis Regueiro. Buen goleador pese a ocupar la posición del interior derecho, el irundarra contaba 23 años, la misma edad que tendría, cuando fue fichado al año siguiente, su hermano Pedro, que jugaba en la misma posición que hoy ocupa su paisano Xabi Alonso. Ambos hermanos jugaban en la Real Unión Club de Irún, uno de los más laureados equipos de la época, Campeón de España en 1918, 1924 y 1927. Allí habían coincidido con quien fue la primera gran figura de los de O’Donnell, el gran René Petit, que tras ayudar al Madrid a ganar el último campeonato de España que guardaba en sus vitrinas, había hecho el camino contrario al que, simbolizando el cambio de paradigma en el fútbol, hacían ahora los Regueiro.

13La nueva política del Madrid, que previamente había defendido la profesionalización del fútbol frente al amateurismo marrón que aplicaba el Barcelona con su tradicional hipocresía, y había sido un impulsor decisivo para la creación del campeonato de Liga, venciendo la inicial resistencia del conjunto catalán, opuesto a otro campeonato nacional, había provocado gran irritación en las dos regiones hegemónicas del fútbol nacional: Cataluña y el País Vasco.

Para un Barcelona en horas bajas, el Madrid representaba el enemigo exterior al que achacar la culpa de los propios fracasos, debidos a su incapacidad de adaptación a la evolución del fútbol como espectáculo de masas, que el Madrid había anticipado con acierto. El Barcelona se lo iba a hacer pagar años después, en 1936, cuando el fútbol dejara paso a la masacre como espectáculo favorito de los españoles, vetando la participación del Madrid en el campeonato catalán, que estaba a salvo de la contienda, a pesar de la conformidad del resto de los clubes de la Federación Catalana.

El Madrid era el enemigo jurado ancestral para el Athletic Club. Los bilbaínos reivindicaban una especie de derecho de pernada sobre los jugadores nacidos en Euskadi, y consideraban un atraco la política de fichajes de los blancos, que a la sazón jugaban en Chamartín de la Rosa, un pueblecito lindante con Madrid. El Athletic había llevado el enfrentamiento a la Asamblea de la Federación, donde su representante protestó airado, “Los jugadores los producimos nosotros y no es justo que nadie se los quiera llevar”, sin conseguir otra cosa que sufrir la respuesta mordaz de Hernández Coronado: “En cambio nos tenemos que llevar vuestro hierro aunque no queramos. Además, ¿No vais vosotros a los toros, a pesar de no producir toreros?”. Aunque ambos equipos estaban soportados por campos equivalentes de casi 18.000 localidades, claramente superadas por las 25.000 del campo del Barcelona, el Madrid era descalificado como el club del poder, el que recibía el apoyo oculto de los sucesivos gobiernos, el de los ricos, “el equipo del millón”, un club sin espíritu ni identidad, nacido de una ciudad de vagos, capitalistas y cortesanos, que, robando a los vascos sus propios recursos, se había apuntado el triunfo en las Ligas del 32 y el 33. A pesar de lo limitado de los medios de comunicación de masas de la época, la propaganda contraria debía haber hecho mella, pues tanto el Presidente Usera como Hernández Coronado señalaban lo paradójico de que mientras los equipos de fuera hacían sus mejores taquillas -y no había otra fuente de ingresos- con la visita del Madrid, por todas partes se le dispensaran los recibimientos más hostiles.

Los enfrentamientos tanto deportivos como extradeportivos, habían elevado al Madrid y al Athletic Club a la categoría de máximos rivales del fútbol español. Terminada una Liga de diez equipos, ganada por los vascos en la última jornada con dos puntos sobre el Madrid; y disputados los campeonatos regionales de los que se obtenía la clasificación para el Campeonato de España, los máximos rivales se dispusieron, una vez más, a resolver en la Copa la cuestión de la hegemonía del fútbol español.

Era el año 1934, y el Campeonato de España transcurría por fechas más tempranas que las habituales con motivo de disputarse durante el mes de junio la Copa Mundial de Selecciones en Italia. Como respectivos campeones regionales, el Madrid y el Athletic Club estaban excluidos de la eliminatoria de dieciseisavos. En la eliminatoria de octavos el Madrid eliminó con un rotundo 8-1 a un Ath. Osasuna que venía de apear por 3-1 al Athletic de Madrid. A su vez, el Athletic Club despachó al Zaragoza por un demoledor 10-2. Así, cuando, para fortuna de los restantes equipos, el sorteo de cuartos de final enfrentó al Madrid y el Athletic, todo el mundo consideró aquel duelo como la auténtica final anticipada.

(Continuará)

Alfredo Relaño

Alfredo Relaño es el actual director del diario AS. Gracias a él tenemos el nombre para esta sección.

 “En caso de duda, periodismo, dice un adagio de esta profesión”,

dejó escrito de forma grandilocuente un buen día al final de un artículo y sin venir a cuento, así a lo Panenka, hablando de la Selección Nacional antes de que fuera bautizada como ‘la roja’, que, parafraseando a Vázquez Montalbán, se ha convertido en el ejército desarmado de la clase media española.

Lo paradójico de esta sentencia es que se ha vuelto contra el periodismo (deportivo). Los periodistas han traspasado la línea de sus competencias profesionales y el periodismo ha dejado de ser el fin último para convertirse en un pretexto. Una cosa es informar de forma veraz, objetiva y rigurosa, y otra tratar de influenciar en decisiones profesionales que sólo conciernen a los clubes, buscando hacer valer dentro de las masas sociales castas meritocráticas basadas en los favores de futbolistas y sus correspondientes contraprestaciones. En el Real Madrid esta situación ha alcanzado sus máximas cotas.

La llegada de José Mourinho al club supuso un cortocircuito en estas conexiones en las que se mezclaban intereses periodísticos, amistades pagadas, jugadores, socios capitalistas y representantes. La reacción de la prensa, que veía cercenado su derecho de pernada, no se hizo esperar.

Tan larga es la lista de insultos y menosprecios a la figura de José Mourinho y a su equipo y, por ende, al Real Madrid, que se convierte en tarea imposible recopilar todo en una lista. De Mourinho se ha dicho: “nazi portugués”, “el típico personaje que se daría a la fuga tras causar un atropello”, “tipo despreciable que corrompe todo lo que toca”, “jerarca de vocación absolutista”, “Lucifer”, “arrogante mercenario”, “deficiente mental”, “su estrategia de tipo autoritario para alcanzar el poder ha sido observada en  comunidades de chimpancés”, etc.

 “En caso de duda, vendetta”.

El último caso en el que ante la duda “se eligió periodismo” lo protagoniza el propio director del diario As. Fue el 8 de enero de 2013, un día después de la gala del Balón de Oro donde la cabecera de PRISA centró la noticia en la ausencia de José Mourinho en Zúrich, algo que molestó sobremanera al estamento periodístico español.

Los periodistas de As siguieron (o persiguieron) a José Mourinho hasta el entrenamiento de su hijo en el Club Deportivo Canillas para demostrar (esa era su intención) que el entrenador del Real Madrid no quiso ir a la gala de Zurich y que en lugar de estar trabajando en Valdebebas, como aseguró, acudió a ver el entrenamiento de su hijo. “Mourinho mintió” titulaba As.com el día siguiente.

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La portada, sin embargo, no iba a tener el impacto esperado e indignó a mucha gente, que consideró que el seguimiento al portugués había traspasado la línea de la decencia para entrar de lleno en el periodismo rosa y expresó su malestar en las redes sociales, ese gran desconocido de los mass media.

La verdadera historia deja en muy mal lugar al tan cacareado periodismo del adagio.

Mourinho estuvo en Valdebebas trabajando todo el día y acudió al entrenamiento de su hijo como hace tres veces por semana. Suponemos que después acudió a su casa, cenó y durmió. Sus acompañantes no son guadaespaldas, sino su secretario personal y un padre del equipo de su hijo.

Descubiertos por el presidente del C.D. Canillas, los periodistas aseguraron que no publicarían las imágenes. Al día siguiente aparecieron las fotografías y un vídeo del entrenamiento de niños de 12 años sin la autorización del club, tenedor de los derechos de imagen. Periodismo.

Uno de los padres de Canillas es casualmente Tomás Roncero, Redactor Jefe de As, que se convierte en blanco de las críticas de algunos padres. Ven en esa portada un acto de deslealtad por su parte hacia el club y los niños. Él se desmarca de la información afirmando que fue puenteado por el Alfredo Relaño y no tuvo noticia de esa portada hasta su publicación.

Roncero llega a afirmar: “El error de Mourinho fue no convocar a principio de temporada a todos los directores de medios deportivos para explicarles sus planes”.

Ahí lo tenemos: “en caso de duda, vendetta”.

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 “En caso de duda, contracorriente”. Relaño y las redes sociales.

Alfredo Relaño ha demostrado sobradamente su desprecio por las redes sociales. No las entiende. No cree en ellas.

Relaño, que casualmente llevaba casi dos meses sin utilizar su perfil en Twitter, apareció en la red el día de la portada de Mourinho en Canillas con un aire chulesco y provocador. La maniobra es la siguiente: aparezco, me insultan, me lleno de razón, y tengo una coartada para mi portada, los madridistas que apoyan a José Mourinho etc.

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Incluso lo disfraza de “demo” para un amigo: “así funciona esto”. Esta nueva faceta de “performer” de Relaño y su imagen arrabalera y pendenciera, chocan de lleno con los preceptos  de su adagio periodístico anteriormente señalado.

Alfredo Relaño:  “(A Mourinho) Le quedan los ‘ultras’ en el Bernabéu y en su ‘yihad’ tuitera, pero ha ido perdiendo apoyos a chorros. Lo de Casillas más lo de Zúrich han venido a volcar la situación. Ahora hay más gente que le pita. Le pitan a él, pitan a los ultras que le aclaman. Mourinho no ha hecho carne con el Bernabéu, sino con los ultras, que han decidido perdonarle todo con tal de no rectificar”.

 “En caso de duda, donde vaya el viento”.

Pero si por algo recordaremos a Relaño será por su capacidad de adaptación al medio. “En caso de duda, donde vaya el viento”, (cómo habría disfrutado este hombre en el Régimen de Vichy). No nos extrañe que en unos meses defienda Twitter como el gran arma de comunicación de este siglo.

Tras meses con editoriales y portadas en las que masacraba a Mourinho se descuelga con su ya célebre: “El viento vuelve a soplar a favor de Mourinho”, en el que señala a Casillas como el filtrador del vestuario y dice comprender el “castigo” de su entrenador.

Si no fuéramos tan conspiranoicos en este negociado no pensaríamos que se trata de un ataque de cuernos, harto de ver exclusivas en el diario rival y de hacer el pagafantas, y nos limitaríamos a pensar que el veletismo de Relaño es fruto de una ciclotimia patológica crónica.

Quizá mucho de lo que subyace tras la figura del director de As tenga que ver con la siguiente confesión.

Alfredo Relaño: “Tintín despertó mi interés por querer ser periodista”,

y la explicación a muchas de las incógnitas que nos plantea su continua deriva hayamos de buscarla en Tintín y Los pícaros o Stock de Coque.

Olé Tú.

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Actualización 1:

Probablemente sea la primera de infinitas actualizaciones. El personaje no se cansa de facilitarnos argumentos y material. Y en este negociado estamos muy abiertos a los aportes de nuestros clásicos

“En caso de duda, donde vaya el viento”. Y los relojes de cuco.

Yo digo: Blatter, la FIFA, la cueva de Alí Babá. 02/06/2011

http://opinion.as.com/opinion/2011/06/02/portada/1307040957_850215.html

Yo digo: Herr Joseph Blatter, el Papa del Fútbol. 19/03/2013

http://opinion.as.com/opinion/2013/03/19/portada/1363648602_316825.html

¿Hace falta decir más?

Gracias, Alfredo.