La Liga más sufrida, La Liga más querida

La competición estaba en su apogeo. Habíamos saboreado las mieles de la victoria tras ganar por fin al Barcelona en nuestra casa, poco después de lamernos las heridas tras el resbalón contra los chicos de Guardiola y el jeque. Teníamos tensión y emoción, pues se acercaba ese momento de la temporada que más gusta a los madridistas: nuestra querida primavera blanca.

Y entonces, llegó el bicho.

Habíamos ya tenido los primeros viajes de la temporada. Hicimos afición en Zaragoza y Levante, en Mallorca y Pamplona. Alguno tenía la hucha lista para volver a Manchester, al estadio que ya visitamos camino a la Undécima.

También habíamos vivido la pasión en nuestra casa. Por primera vez en un lustro habíamos ganado la misma temporada a nuestros dos rivales, Atlético y Barcelona, en el Santiago Bernabéu. Desplegamos nuestros tifos también contra el PSG y el Galatasaray. Se acercaba lo bueno.

Pero llegó el bicho.

Nos dimos cuenta de que en la vida hay cosas, parece mentira, más importantes que el Real Madrid. Un beso a nuestros familiares. Compartir un abrazo con nuestros amigos. La salud, lo primero. Convertimos el aplauso en los goles en homenaje a los que cada día se dejaban, literalmente, sus vidas por salvar las nuestras.

Sufrimos una tragedia, lo que ningún madridista ha vivido desde la Guerra Civil, inmersos en una crisis mundial inimaginable, la peor que ha sufrido —está sufriendo— el planeta desde la última Guerra Mundial. Y el bicho se nos fue llevando por delante a amigos y amigas, padres y madres, abuelos y abuelas. Nos arrebató a graderos como Pedro, a presidentes como Lorenzo, a viejos ídolos como Goyo.

Pero salimos adelante. Gracias a la responsabilidad de cada uno. Sin olvidar lo que hemos sufrido y a los que cayeron, miramos al frente y poco a poco, con dolor pero siempre fuertes, avanzamos. Y, aunque algunos lo creyeron imposible, volvió el fútbol y volvió la Liga.

Sabíamos que sería un reto enorme. Y que no podríamos dejarnos el alma animando al equipo en nuestro estadio, como nos gusta. Nuestros jugadores tendrían que competir solos y lejos del Santiago Bernabéu, mientras las cubiertas de nuestro templo se arrancaban y sus cimientos se horadaban en la empresa de convertirlo en la mejor y más moderna casa del fútbol en el futuro.

Enfrente, nuestros enemigos contaban con 2 puntos de ventajas, y los medios obedientes a su disposición. Sumado al control de los horarios para intentar destrozarnos físicamente, ganar la Liga solo podía calificarse de hazaña.

Pero lo hicimos. De manera magistral, superando lesiones y sanciones, venciendo a campañas obscenas en los medios y quejas de que, ¡por fin!, los árbitros no nos quitaban lo que legítimamente nos habíamos ganado. Y conseguimos que nuestro capitán levantara la Copa.

El futuro es incierto. Seguimos en tiempos difíciles y no sabemos todavía qué pasará la próxima temporada. Pero Zinedine volvió a sonreír, Karim volvió a celebrar y nuestro capitán Sergio Ramos volvió a levantar un trofeo. Y los madridistas en todo el mundo, porque nuestra pasión es universal, festejamos – siempre con responsabilidad, con la memoria de nuestros muertos y del enorme sacrificio de todos presente– la Liga más sufrida, pero también más querida.

¡GRACIAS, CAMPEONES!

¡¡HALA MADRID Y NADA MÁS!!